Venezuela: un ensayo explicativo, por Leandro Area
Abrumados por el hartazgo de los días que no terminan de llegar aún a parte alguna y estancados en su letargo insostenible, a pesar de las luces que se asoman, se apremian el espíritu dolido y el intelecto deseoso por encontrar explicación humana suficiente y válida a las razones por las que Venezuela se encuentra atorada en esta ignominia de ejemplo, de hambre, dolor y de vergüenza.
Explicaciones no han faltado a lo largo de la historia, pasada y presente, hasta para justificar dictaduras, gendarmerías u otras tropelías “quirúrquicas”, con las que supuestamente sanear, a causa de “razones intrínsecas”, al cuerpo todo social de lo venezolano, las maneras de ser y de estar de nuestra sociedad, pasando por encima o por detrás, o adobándolos a su favor, de razonamientos de carácter socio histórico, político y psicosocial.
En tal sentido, quisiera poner en orden las causas que hoy se me asoman en ejercicio de impaciencia ciudadana, ¡hasta cuándo! , y de construcción de herramienta hacia la claridad del futuro, sin ánimo repetitivo ni escolar. E intentaré para ello perfilar una explicación a partir de cuatro miradores u observatorios, como guste, desde los cuales se pudiera ofrecer una cierta visión orientadora y comprehensiva a tantos lectores no dedicados ni radicados en los conocimientos de la Historia, para pensar en lo venezolano, sus ires y venires, sus firmezas y sus debilidades, sus logros y traspiés; sus esperanzas.
Propongo entonces para la discusión y diseño del futuro, más que para la redención o momificación del pasado, la historia es transformación, cuatro ingredientes razonables, explicativos y discutibles, de lo inacabado que hemos llegado a ser, siempre en gerundio. Son claves, óigase bien, no conclusiones, y habrá más de uno, a eso se aspira, que salte y proponga un nuevo aspecto o los derrumbe todos o combine de manera diversa los que expongo; en fin.
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De lo que se trata es de revisar el mapa de nuestros avatares en el largo plazo, que incluye el tiempo transcurrido desde el descubrimiento a la actualidad, y encontrarnos que son cuatro los aspectos centrales y definitorios de nuestro deambular como sociedad.
Se podrían agregar o combinar con estos cuatro “miradores” o puestos de observación, como usted guste, todos los elementos disponibles a nuestro alcance, aderezos como por ejemplo: la calidez del clima, la diversidad étnica, el petróleo y otras riquezas del subsuelo, la bonhomía de sus gentes, la fortuna cultural de las regiones, las influencias externas, la violencia individual y social, el papel de las religiones, el ¨por ahora” famoso, la mermada capacidad productiva, el ingenio y tesón de sus individuos, la demostración de sus escasos éxitos como equipo, las extremas bellezas de su inconmensurable naturaleza, de allí Tierra de Gracia, y demás.
Estos cuatro elementos de los que vengo hablando, esos cuatro fantasmas que nos acechan y que ahora nombro, son los siguientes: a) un sentimiento de orfandad; b) una sensación de despojo; c) una vaga y torpe noción de libertad y; d) una relación instrumental con el poder, la política y el ejercicio de la función pública.
Cada uno de esos aspectos requerirá de un detenido tratamiento específico ya adelantado a su manera, es verdad, por variados especialistas y desde distintas perspectivas, temas y tiempos, que en sumatoria de conocimientos vendrían a ser algo así como la psicosociología explicativa, para nada justificativa, del fracaso venezolano como nación y república estable, que no ha logrado hasta ahora en 500 años de historia, delinear con claridad efectiva y permanente una República democrática próspera de ciudadanos que se identifiquen y actúen en común sentido y propósito desde sus múltiples y enriquecedoras identidades.
Según entiendo estas son cuatro de las piezas principales del rompecabezas que nos acercarían al descubrimiento del por qué no hemos dejado de ser lo que seguimos siendo y que serán motivo de mis próximos cuatro artículos que ofreceré al lector, me comprometo, en cercanas entregas.
Valga apuntar que este esfuerzo tiene una vocación de futuro en el sentido de perfilar un proyecto de país que, tomando en cuenta con realismo sus debilidades y sus fortalezas, nos haga superar la vergüenza a la que nos ha llevado el socialismo del siglo XXI