¡Viva la Arepa: Un símbolo de la identidad venezolana!, por Rafael A. Sanabria M.

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«Cada niño venezolano nace con una arepa bajo el brazo».
La arepa, más que comida, es el núcleo vibrante de la venezolanidad. Pa’ un venezolano, es una amiga inseparable, un emblema que nos entrelaza sin importar el lugar en el mundo donde nos encontremos. Es un disco de maíz, dorado y crujiente por fuera, y suave y esponjoso por dentro, capaz de contener un sinfín de sabores y rellenos, narrando la historia de nuestra tierra y de nuestra gente.
El sabor de la historia y la diversidad
Cada arepa tiene una historia que contar. La reina pepiada, rellena de pollo mechado y aguacate, rememora la hermosura y el triunfo de Susana Duijm, la primera Miss Mundo venezolana. La pelúa, con su carne mechada y queso amarillo, nos devuelve a las épocas de abundancia petrolera. La dominó, con sus caraotas negras y queso blanco, es un homenaje a la dualidad de nuestra cultura.
Esos nombres no son al azar; son sobrenombres nacidos del ingenio popular y enraizados en la memoria colectiva, lo que transforma cada mordisco en una cápsula del tiempo.
Un vínculo trascedente
Hoy día, la arepa es una embajadora cultural, ¡cierto? Con la migración venezolana, la arepa viajó, estableciéndose en urbes globales. Una arepería no es solo un negocio, es un lugar de encuentro, un bálsamo para el forastero. En este mundo globalizado, la arepa es un ancla; nos conecta a raíces, memorias infantiles, y al calor del hogar.
Un gesto de resistencia y esperanza
Más allá de su exquisitez, la arepa simboliza la resiliencia y la creatividad venezolana, ¡sí señor! En tiempos de escasez, se transformó en lienzo de innovación, adaptándose a la necesidad, ¡la astucia prevalece!
La arepa, en su esencia, es una rebelión culinaria, asegurando la permanencia de la cultura a pesar de las vicisitudes. Recordatorio de que mientras haya maíz y manos, el espíritu venezolano perdura.
La arepa, es muchísimo más allá de un mero alimento; en esencia, es un sentir profundo, un legado cultural ancestral, y un emblema imperecedero de la idiosincrasia venezolana. Esta humilde preparación evoca en nosotros memorias arraigadas de quiénes somos, de nuestros orígenes y que, independientemente de la distancia, siempre llevaremos un fragmento de Venezuela imborrable. Por ende, cuando te topes con una arepa, tómate unos instantes para valorar no solo su exquisito gusto, sino todo el espectro de significados que encapsula.
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Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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