¡Viva la mujer!, por Rafael A. Sanabria M.
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«Mujer:
Cinco letras que tienen el poder
de hacer posible lo imposible».
R.A.S.M.
Es marzo, un mes especial para ofrecer una visión sobre el papel que ha venido ocupando la mujer venezolana en el contexto histórico, cultural, socio-económico, familiar y laboral, esfuerzos que coadyuvaron a la consolidación de la República y que han sido menoscabados por la historiografía nacional, quien se ha encargado de exaltar el heroísmo del hombre e invisibilizar la lucha constante en los pueblos del sector femenino, quien ha sido perseverante en su afán por ocupar espacios dentro de la sociedad y sobretodo en el área laboral.
Sin duda alguna hemos estado inmerso en un contexto machista, donde la mujer desde tiempos muy antiguos ha sido considerada para procrear y forjar un hogar, para hacerla dependiente del género masculino, lo cual la hacía esclava de un dominio impuesto por quien ejercía el poder sobre ella.
La mujer ha estado para educar, fundar familia, pero también al lado del guerrero acompañando la lid, demostrando su temple. Decir mujer es sinónimo de resiliencia, fortaleza y, sobretodo, confianza. Con estas líneas intento mostrar a la mujer, pero a la mujer desde el hogar, desde la palestra del diario vivir, donde con su esfuerzo ha contribuido a la edificación de las bases sólidas de nuestro país. Mujeres que detrás de una batea con una montaña de ropa, una mesa de planchar u otro digno oficio han entregado a la patria legiones de profesionales.
Lucha, sacrificio, abnegación y bondad, signan el vivir de la mujer venezolana, que poco a poco va capacitándose para el ejercicio de diversas profesiones. Desde años atrás venían laborando en oficios de modistería, costura y otros caseros u hogareños, estando también como obreras en las fábricas de fósforos, de textiles, granjerías, en cigarrerías, tabaquerías y talleres donde devengaban salarios irrisorios. Y frente a la capacidad de superar esta adversidad que se le impone en esta sociedad tan desigual y definida en su contra, ellas se mantuvieron incólume como lección perenne de justicia y reconocimiento a su gloria firme y definitiva en la forja del trabajo.
Es difícil subrayar tanto como merece la importancia que tiene la incorporación de la mujer a todas las esferas sociales para avanzar hacia una sociedad donde las relaciones sociales estén caracterizadas, por la cooperación, la reciprocidad y el apoyo mutuo. Pero en la actualidad la mujer sobresale como: médico, ingeniero, abogado, periodista, bioanalista, entre otras. Profesiones que en otro tiempo eran imposible que las mujeres incursionaran. La esfera de la gobernanza es quizás uno de los ámbitos más importantes donde este fenómeno habría de darse para lograr un progreso significativo, porque históricamente estuvo excluida de la función pública. Y ahora en muchas partes del mundo la mujer es presidente, gobernadora, alcaldesa, diputada, concejal o congresista, un gran logro de las féminas sobre el género masculino.
El valor de la mujer en la sociedad actual es fundamental e invaluable. Las mujeres han logrado importantes avances en la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades en los últimos años, pero aun enfrentan desafíos y barreras en muchos ámbitos.
En términos generales se busca develar el nombre de esas mujeres que han demostrado su estoicismo y osadía en la incorporación al área laboral. Reflejado en su capacidad para aportar y contribuir a la sociedad en igualdad de condiciones con los hombres. De allí que debemos voltear la mirada hacía muchos pueblos de Venezuela donde están esas damas: parteras, dulceras, rezanderas, costureras, vigilantes, maestras, secretarias, choferesas, colectoras, domésticas, aseadoras, lavanderas, deportistas, cocineras, cubiertas de polvos, en el anonimato, buhoneras, entre otras como seres sin existencia propia, venezolanas que marcan la diferencia, que otean horizontes y señalan caminos sin olvidar la función preceptora. Es hora que salten al escenario para ser exaltadas y reconocidas como mujeres que rinden su jornada con nobleza y amor.
Esas mujeres han venido procurando, con mucha dignidad, el establecimiento de una sociedad más humana y más solidaria.
No cabe el orgullo de haber encontrado en el día a día la orientación siempre necesaria de la mujer, no hay nadie que nos dé más fuerza que una madre y la dicha de habernos dado a luz y criarnos no tiene paragón. Otros hombres, otras mujeres dirán igual y en esa coincidencia de opiniones, elevamos el más hermoso tesoro de la vida: la mujer. Ella es aliada de los sueños, la compañera siempre presente en la lucha de multiplicar vidas, hacer de las espinas rosas para la cuna.
Es la mujer quien da la cara por su comunidad, por la escuela, por sus hijos. Es la voz al derecho de mejores condiciones de vida.
En su ejemplar trayectoria, la mujer venezolana no ha dejado campo sin cultivar, actividad a la que no haya dedicado su interés, entusiasmo y dinamismo. Ha puesto su talento al servicio de su capacitación, aun a costas de grandes sacrificios. Todo dentro de impar disciplina y asombrosa modestia. Cuando en las ciencias, los oficios o en las artes brilla intensamente, parece no darse cuenta de ello, y continua en su afán de superación, sin que hayan prendido en ellas absurdas tendencias de un mal entendido feminismo, es, hoy como ayer, la ideal y muy ideal compañera del hombre.
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Corresponde a nosotros resaltar su historia, para que las futuras generaciones, afiancen sus raíces, reconozcan que la mujer es necesaria y de vital importancia para cualquier empresa a emprender. Que se difunda que con su labor conciliadora, sufrida y activa se han alcanzado victoria y glorias en el suelo patrio.
Las mujeres son fundamentales para el desarrollo de una sociedad equitativa y justa, y su valor debe ser reconocido y respetado en todos los ámbitos.
Yo aplaudo de pie a la mujer, porque de una mujer vengo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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