Vladimir Padrino López, por Alexis Alzuru
Twitter: @aaalzuru
Maduro se convirtió en la fachada de una élite militar que monopolizó el poder del Estado. A la cabeza de esa élite está V. Padrino López. De hecho, desde las presidenciales del 2018 el gobierno madurista ha logrado sobrevivir porque ese jefe militar lo ha permitido. Durante esos años, hubiese bastado una sola orden suya para que Maduro se encontrara en el basurero de la historia, para decirlo con sus propias palabras.
Por supuesto, hay distintos motivos que explican el ascenso de ese general. Sin embargo, cuando se revisa la trayectoria de su liderazgo se concluye que su empoderamiento pareciera estar más atado a la incorporación de la república a ese proyecto que promueve la multipolaridad del poder mundial, que a otros factores. Lo cual es comprensible porque la aproximación de Venezuela a ese proyecto ha sido pensado y ejecutado desde una racionalidad militar.
A lo interno, su continuidad ha dependido del reconocimiento de sus pares militares y, en alguna medida, también de su ascendencia sobre los dirigentes civiles que controlan el PSUV y las redes paramilitares y sociales chavistas. Sin embargo, este apoyo ha sido de menor importancia, pues uno de los rasgos del autoritarismo que ha crecido bajo el paraguas de la multipolaridad es que el ascenso y permanencia del líder deriva de su legitimidad ante la voluntad militar, no ante la voluntad soberana del pueblo.
Padrino López desplazó a Maduro porque es el hombre que le garantiza a China, Rusia e Irán unas FANB comprometidas con la tarea de «desalinear» a Venezuela de la cultura política occidental. Ese compromiso, supone, entre muchas otras cosas, realizar cambios dentro del aparato militar para los que N. Maduro no calza los puntos.
Por ejemplo, uno de esos cambios consiste en reentrenar al militar para que acepte que en los altos cargos privará el principio de continuidad y no el de alternabilidad. Un cambio que se inició con el mismo Padrino López y, ahora, se extiende a otros generales; pues con ese giro se avanza en la construcción la élite que administrará el poder de forma indefinida. En el entendido que esa administración consiste en la tutoría militar sobre el poder civil.
De modo que aparejado a la reingeniería de la FANB se está llevando a cabo el rediseño del Estado. En este caso, el viraje más radical que se está produciendo es, precisamente, el sometimiento de poder político a la autoridad militar. Por eso, no debería extrañar a nadie que Maduro se encuentre de rodillas ante el general Padrino López, tal cual como ocurrirá con cualquier candidato que resulte ganador en las próximas presidenciales.
Por cierto, las maniobras que tanto oficialistas como opositores están realizando de cara a esas elecciones indican que ambos bandos trabajan para no alterar esa supremacía que lo militar tienen sobre la ciudadanía.
De hecho, la organización de esas elecciones avanza por una ruta que desembocará en el triunfo de Maduro. Con lo cual, se mantendrá inalterable la relación de prioridad de lo militar respecto del mundo civil. Aun cuando, tal vez debe advertirse que quienes mueven los hilos electorales trabajan para controlar el daño que pudiera producir un resultado adverso al oficialismo. Un escenario que es poco probable, pero que no se puede descartar. En todo caso, para cubrir ese escenario el G4 está operando. Sus lideres diseñan unas primarias para que el ganador sea un dirigente que suscriba el compromiso de construir en Venezuela un Estado postoccidental.
Lo cierto es que el asunto que tenemos entre manos los venezolanos es bastante más complejo que realizar unas primarias entre supuestos opositores o derrotar a Maduro en las presidenciales. El problema no es electoral sino de otro orden. En realidad, ahora se trata de enfrentar a una élite militar que compró la tesis de «desacoplar» a Venezuela del orden occidental y, en consecuencia, de la mismísima democracia liberal. Un proyecto político y geopolítico de consecuencias insospechadas.
Basta pensar que ese programa supone desde enrolarse en la peligrosa misión de conspirar contra el poder mundial de EEUU, hasta terminar de configurar ese modelo autoritario en el cual el Estado tiene prioridad e impunidad sobre el sistema de derechos; y, por lo tanto, la obediencia sobre la deliberación, la fuerza sobre el consenso y la razón militar sobre la razón cívica.
Alexis Alzuru es Doctor en Ciencias Políticas. Magíster y Licenciado en Filosofía. Profesor jubilado de UCV.
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