Solo la vocación de los maestros sostiene a un sistema educativo en crisis
La vocera del Sindicato de Maestros del Distrito Capital, Griselda Sánchez, advierte que más de 50% de los maestros no están yendo a las escuelas; situación que se ha vuelto grave pero de la que no existen cifras porque muchos profesionales no renuncian sino que simplemente abandonan el cargo
Roison Figuera, María de los Ángeles Graterol, Gabriela Rojas
No hay razones para celebrar. Las neveras están vacías, los zapatos están rotos, la ropa está deteriorada y la precariedad se instaló en casa. El día del maestro en Venezuela llega con docentes que andan día a día con el peso de la necesidad sobre sus hombros, con salarios míseros, sin poder mantener su hogar y sin tener respuesta de un gobierno que, aunque dice proteger a la clase obrera y trabajadora, los ha ignorado.
La crisis país ha obligado a muchos profesionales de la educación a salir de Venezuela o dedicarse a tiempo completo a otro oficio que les genere mayores ingresos para sustentar sus hogares; aunque otros siguen en sus labores movidos por pura vocación.
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Lejos de celebrar, el gremio se unirá en protestas de nuevo, como lo ha hecho desde hace dos años, para exigir al régimen de Nicolás Maduro reivindicaciones salariales. Otros docentes pasarán el día sorteando las peripecias que se volvieron parte de la cotidianidad por el colapso de los servicios públicos, ya sea buscando internet o incluso a la espera de que llegue la luz en sus hogares para intentar enviar las tareas a sus alumnos y, medianamente, cumplir con el modelo de educación a distancia que se puso en marcha en el territorio tras la llegada del coronavirus.
Las cachapas dan más
Dubraska Marcano vive en la parroquia Caricuao de Caracas. Es maestra de preescolar y simultáneamente vende cachapas por su zona para poder tener algo más de dinero y la estabilidad económica que su sueldo como docente no le genera. Considera que la calidad de vida del maestro empeora con el avanzar de los días.
Aunque admite que lo que gana como maestra no le alcanza para nada, dice a TalCual que no abandona su profesión porque es su pasión. La joven con apenas dos años de ejercicio asevera que no educa por dinero sino por vocación.
«Cuando empecé a estudiar la situación de los bajos salarios ya existía, muchos docentes se quejaban por eso. Aún así yo decidí estudiar educación no por el dinero sino por la satisfacción de dar al país lo que necesita: mejores seres humanos, profesionales y gente apasionada por lo que hace. Venezuela necesita matemáticos, médicos y eso solo puede ser posible con educación», enfatiza.
Marcano, de 24 años de edad, relata que para poder impartir clases de forma virtual ha tenido que adquirir un internet privado para tener mejor conexión. También visita las casas de los estudiantes que sabe tienen muchas dificultades, ya sea imposibilidad para acceder a computadoras y teléfonos o con temas específicos, aunque esto signifique gastar más de su sueldo solo en pasajes, porque así como tiene estudiantes que viven cerca de su comunidad hay otros que no.
El internet privado que contrató Dubraska Marcano para poder dar clases lo paga gracias a las remesas que recibe de un hermano que está en el exterior.
«La labor del maestro es sumamente complicada en estas circunstancias. Primero, es difícil pensar en celebrar este día como si fuese un año tradicional o si fuese un año vivido en contacto unos con otros. Tampoco hay motivos para celebrar porque la situación que vive el docente es muy precaria», agrega.
El último que cierre la puerta
La secretaria de contratación colectiva y reclamos del Sindicato Venezolano de Maestros del Distrito Capital, Griselda Sánchez, afirma que los educadores desde hace meses se quedaron sin salarios y sin condiciones, incluso para llegar a los centros educativos.
Sánchez advierte que más de 50% de lo maestros no está yendo o abandonó las escuelas. Afirma que la situación de abandono de cargo es gravísima, sobre todo en estados como Sucre y zonas de difícil acceso, pero que el ministerio no maneja cifras porque muchos profesionales de la educación no renuncian sino que se ausentan.
Por otra parte, apunta que al menos 70% de los profesores de áreas como física, química y matemáticas no están en aulas, muchos se fueron del país y otros migraron de oficio. La representante gremial advierte que hay maestros que presentan cuadros depresivos emocionales porque no tienen alimento, cómo vestirse o mantener a sus hijos.
«No podemos llegar a las escuelas porque no tenemos salarios. Cada vez hay menos docentes. Nosotros, además de reclamar, queremos que la gente entienda que no hay posibilidades para trabajar tampoco a distancia. El gobierno debe proponer un plan de emergencia para el sector educación, debe tener en cuenta que con el salario un maestro no puede comprar teléfonos, acceder a internet e incluso pagar la renta ¿Cómo un docente con un salario de tres dólares puede hacerlo?», manifiesta la representante gremial.
Las dificultades de las que habla Griselda Sánchez son bien conocidas por Josmir Colmeres, maestra de preescolar en El Junquito. La educadora dice que pasó el año escolar 2019-2020 caminando largas distancias por su zona para detectar lugares estratégicos en donde hubiera cobertura telefónica. También le tocaba rogar porque no se fuera la luz para poder impartir los contenidos. El inicio de este año escolar trajo consigo la misma historia.
Desde el año pasado Colmenares también es profesora de tareas dirigidas en su casa. Al principio atendía solo a tres niños de segundo grado, para lo cual adaptó un espacio de su inmueble con sillas, pupitres, juegos didácticos y carteleras para hacer más digeribles los contenidos. La iniciativa surgió para motivar a su hija con las tareas y ayudarse económicamente.
Cazando wifi
En el último informe del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos sobre internet en el país, se reseñó que en 69% de los hogares venezolanos no cuentan con el servicio. El domicilio de la profesora Ismely Vásquez es uno de ellos.
Esta maestra, que ahora es coordinadora en un colegio de Fe y Alegría de Miranda, debe ir entre dos y tres veces por semana al Hospital General de Guatire, que está cerca de su casa, y quedarse en los banquitos de la plaza del centro de salud hasta por tres horas, para poder cumplir con sus labores.
Como integrante de una coordinación pedagógica, debe supervisar que los docentes a su cargo estén haciendo su trabajo bien. Además, cada semana tiene reuniones virtuales con el equipo directivo de su colegio, para rendir cuentas del desempeño de los educadores de su plantel.
Aunque no tiene cursos asignados, de ella depende la corrección y planificación de las actividades que envíen las maestras a los representantes y niños por los grupos de WhatsApp. Cree que en efecto, la conectividad, así como la falta de recursos tecnológicos, han sido los obstáculos más grandes que ha enfrentado el maestro venezolano durante la pandemia para impartir clases a distancias. Como supervisora, cuenta que su caso no es el único.
Maestros de sectores de Catia, como Tacagua y Mario Briceño Iragorri, tienen que ir hasta el colegio y utilizar el wifi e internet de allí, porque en sus casas no hay conexión o es deficiente.
De acuerdo con un estudio elaborado por la Speedtest Global Index, en el que se incluyeron 176 países, Venezuela ocupó el puesto 175 en la rapidez de conexión a banda ancha, con 3.67 Mbps, la segunda peor del mundo. Pero ese no ha sido el único problema, la ausencia de computadoras o teléfonos inteligentes también.
“Ha sido cuesta arriba pero poco a poco estamos solucionando. Para trabajar con esta modalidad se requieren unos recursos tecnológicos que no todos los profesores tienen. De hecho, algunos que no poseen computadoras, tienen que pedírselas prestadas a un familiar o un vecino. Nosotros, en última instancia, hasta les hemos tenido que prestar las canaimitas, que son para el trabajo de los niños, para que puedan trabajar”, dice.
Maestros al borde de la indigencia
La situación de los educadores es tan dramática que para el presidente de la Federación Venezolana de Maestros, Orlando Alzuru, ya no puede catalogarse como pobreza extrema sino una indigencia en puertas. Es enfático al asegurar que la vocación de los maestros no alcanza para pagar el pasaje diario para ir a los centros de trabajo y alimentarse.
«Lo que gana un docente es entre tres o cuatro dólares mensuales, si se divide eso entre treinta días vemos que no gana ni para el pasaje«, señala. Añade que quienes aún están en las aulas nadan contra la corriente porque a las irrisorias condiciones laborales se le suma la debacle de los servicios básicos.
Según Alzuru, el gobierno de Maduro y el Ministerio de Educación a cargo de Aristóbulo Isturiz le vieron la cara al gremio durante más de un año. Recuerda que durante todo ese tiempo se reunieron con el equipo de trabajo del jefe de la cartera ministerial y le manifestaron todas las violaciones que se hacían a la convención colectiva, dieron ideas para que cumpliera con la deuda a los maestros y para que construyeran el salario que el propio gobierno destruyó en 2018 con la reconversión monetaria.
«Luego llegamos a algunos acuerdos que nunca se cumplieron. Fue una farsa, nos engañaron durante un año y medio, ya que por la vía de la conciliación buscamos la forma de resolver el problema. Hoy no hay razones para que creamos en el ministro», dice, refiriéndose a supuestas «sorpresas» que Isturiz prometió al gremio docente.
Al igual que la secretaria de contratación colectiva y reclamos del Sindicato de Maestros del Distrito Capital, Griselda Sánchez, el presidente de la Federación Venezolana de Maestros señala que este 15 de enero protestarán frente al Ministerio de Trabajo porque en septiembre el gremio introdujo un pliego de peticiones y hasta ahora no han habido respuestas.
Pagando por trabajar
El “profe” Pedro González, como le dicen cariñosamente sus alumnos, se fue quedando sin alternativas para mantener las clases en línea: vive en la ciudad de Mérida y las fallas de electricidad recurrentes le desajustaron el cronograma de clases, después se quedó sin servicio de internet desde diciembre y la empresa lleva dos semanas ofreciendo una asistencia técnica que nunca llega, y para completar el teléfono que lo mantenía conectado a costa de sus datos móviles se quemó porque no tenía capacidad suficiente para los requerimientos y la cantidad de evaluaciones.
Intentó durante dos semanas trabajar en el negocio de un familiar que cuenta con un servicio más estable de internet. “Pero es un espacio reducido en el que se trabaja con público y necesitan la computadora cada cierto tiempo”. Eso sin contar que nada más en pasaje para llegar hasta el negocio gastaba 300 mil bolívares, en un efectivo inexistente que le cuesta más dinero del que realmente representa ese monto porque debe conseguir los billetes casi como si se tratara de contrabando.
“Estoy pagando por trabajar”, dice González con algo de resignación. Se levantó un día dispuesto a cambiar de operadora para volver a tener conexión de internet en casa y apenas escuchó el monto del paquete más básico en otras operadoras, bajó la cabeza y regresó sin opciones: entre 18 y 20 dólares le costaría mensualmente volver a contar con un servicio que se le hace indispensable para trabajar.
El detalle es que por ese trabajo solo alcanza a cobrar 10 dólares al mes, 2 dólares que cobra oficialmente por la institución y lo demás lo completan en una especie de recolecta que le pagan los representantes de los alumnos para que siga dando clases.
“Caminé hasta la escuela para tratar de usar la computadora que tienen en el aula y no había electricidad ni internet. Era absurdo así que me fui directo a la oficina de la directora y puse la renuncia”.
El profe González tiene 18 años como docente de historia en educación media. Es el único oficio que ha ejercido durante su vida profesional. “Lo único que he hecho en mi vida es enseñar pero hasta aquí llegué, esta es otra de las cosas que se llevó la pandemia”, sentencia.
La cereza que le faltaba al pastel
La escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) coincide con las fuentes consultadas por TalCual en que este 15 de enero los maestros no tienen nada que celebrar. La dependencia de la casa de estudios señala a través de un comunicado que Venezuela deja de ser un territorio de oportunidades.
Para la escuela, en el país hay una brecha educativa importante entre una «élite social con acceso a bienes y servicios y una masa hambreada, ignorante, en duelo y enferma», según el documento divulgado a propósito de la fecha.
Aunque reconocen que la pandemia de la covid-19 afectó la labor de los educadores, denuncian que el contexto originado por el virus es un agregado a la crisis política, económica y social que venía profundizándose en la nación desde hace más de 15 años.
«La escuela venezolana en pandemia es un reflejo patético de las condiciones de desigualdad existentes en nuestra sociedad. Familias que pueden cancelar el costo de la educación privada han podido contar con la continuidad del proceso formativo de sus hijos, empleándose para ello las aplicaciones tecnológicas de avanzada existentes en el mercado. Familias que no pueden ni siquiera poner un plato de comida en la mesa del hogar, se han visto obligadas a migrar, dejar a hijos a su suerte y quedar la escuela popular y abierta a todos absolutamente vacía», se lee en el comunicado.
Por último resalta la labor que han ejercido los profesionales de la educación, pese a décadas de maltrato por parte del Estado. Para la escuela de Educación de la UCAB, los maestros venezolanos hacen todo lo posible para «continuar formando ciudadanos en un contexto local y global cada vez más complejo, incierto y peligroso»
Cuatro postgrados y un sueldo que no da para vivir
Según datos presentados por el el Instituto Nacional de Estadística (INE) en febrero de 2020, en apenas dos años, entre 2016 y 2018, la planta docente tuvo una baja de 36.465 personas. Y aunque Elías Jaua decía que las renuncias dentro del gremio docente no llegaban a las 2.000, la realidad es otra. Algunos no han desertado aún, pero han tenido que empezar a hacer otras actividades para poder subsistir.
Shayda Pildain tiene 40 años y 20 dando clases. A pesar de tener dos trabajos en planteles educativos de Caracas, con la llegada de la pandemia tuvo que buscar dos más, para así mejorar los ingresos en su casa y darle un sustento a su hijo.
El salario de un docente de primaria o secundaria (1.200.000 bolívares) cubre el 0,004% del precio de la canasta familiar alimentaria que, de acuerdo con cifras del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas), tuvo un valor de 247.289.343 bolívares en noviembre de 2020. En 2019 el salario de un docente cubría el 3% de dicha canasta, pero la hiperinflación pulverizó aún más esa cifra.
Dar tareas dirigidas desde su casa a niños de su comunidad y vender chocolate caliente, pan y arepitas dulces después de dar sus tutorías han sido los dos rebusques que han dado a la Shayda un “alivio” económico en su casa. Sus precios, en comparación con los de otros, son bajos, pues cree que de esa forma tiene un “ganar-ganar”.
“Así como yo, que no gano mucho sueldo, están mis vecinos, y muchísimas personas, por eso trato de dar ofertas en mis clases. He llegado a tener hasta 16 niños. Comencé cobrando 30.000 bolívares por día en marzo, apenas inició la cuarentena. Para ese entonces era poco, pero me daba porque venían a diario. Ya voy por 300.000 bolívares, que, por niño, es lo equivalente a un dólar la semana”, explicó.
Esta educadora, que vive en Catia y actualmente es profesora de preescolar de la escuela San Ramón Nonato y directora de una escuela en La Bandera, tiene cuatro postgrados: en supervisión pedagógica; en planificación y evaluación; en orientación de la conducta; y en dirección. Ninguno le da dinero para vivir.
“El maestro se forma, sí, pero yo digo que el maestro nace”, fue la frase que soltó Pildain para justificar que aún se mantiene en las aulas por placer y no deber. Cuenta que la pandemia la obligó a reinventarse y a hacer cosas que ella no sabía que podía hacer. Ahora, cuando el tiempo le da y así se lo piden, también vende en su colegio la comida que ofrece en su edificio por los grupos de Whatsapp.
Casos de maestros
La secretaria de contratación colectiva y reclamos del Sindicato Venezolano de Maestros del Distrito Capital, Griselda Sánchez, relata que en 2020 le llegó un caso de una profesora jubilada del estado Miranda que no cobró durante todo ese año.
El sindicato llevó el reclamo al Ministerio de Educación y aunque una de las persona que les atendió pasó una foto en la que se mostraban supuestas transferencias destinadas a la mujer de 92 años, «los hijos se quedaron con las pruebas de que nunca cobró en la mano, porque la mujer murió en diciembre sin ver su sueldo pírrico y miserable».
Griselda Sánchez cuenta que muchos docentes han manifestado que no tienen comida por lo que han tenido que vender pan, frutas, trabajar en panaderías, laboratorios y hasta de vigilantes. Destaca que independientemente de que no apoyen las políticas de Nicolás Maduro, si deben sentarse a dialogar para resolver los problemas del gremio están dispuestos.
«Nos preocupa que los maestros se mueran de hambre por esta tragedia a las que nos tiene sometido Nicolás Maduro y el ministro de Educación Aristóbulo Isturiz», afirma.
Recalca que en este día de maestro, el sector también protestará para exigir la liberación del profesor Robert Franco, dirigente sindical del estado Sucre, detenido el 26 de diciembre en la sede de las Fuerzas de Acciones Especiales de La Quebradita.