¿Volveremos a hablarnos algún día?, por Simón Boccanegra
Autor: Simón Boccanegra
Una de las desgracias que le ha sobrevenido al país es esta incomunicación casi total entre los actores políticos de lado y lado. Es increíble que la tolerancia, ese fruto de una larga experiencia democrática, se haya averiado hasta el punto de que contactos entre adversarios, que son indispensables cuando se quiere buscar soluciones que no sean las de matarse mutuamente, puedan estar sometidos a ese chantaje que sataniza como «traidor» a quienquiera que hable con el «enemigo». Desde luego que la responsabilidad del estilo pugnaz y agresivo de Chávez tiene mucho que ver con esto. Su concepción de un mundo dividido en «buenos» y «malos» lo conduce a negar todo contacto con los «malos». Quien se concibe a sí mismo como la encarnación de la Revolución no dialoga con aquellos a los que define como «contrarrevolucionarios». A estos, en las dictaduras revolucionarias, se les fusila o se les encarcela. Chávez los fusila verbalmente. Por eso es tan intolerante. Cree que su misión es «ahondar contradicciones» y no atenuarlas ni procurar acuerdos mínimos para asegurar la gobernabilidad. Lo peor es que su estilo se ha contagiado a otros que usualmente entendían el diálogo como parte esencial de su personalidad política.Y todos se chantajean entre sí. La consigna parece ser que al que hable con el del otro lado «le cae».