Y así es como se supervisa, por David Somoza Mosquera
Twitter: @DavidSomozaM
La palabra «supervisar» significa «vigilar o dirigir la realización de una actividad determinada», para lo cual se requiere de una persona que tenga la autoridad o capacidad para ello. Esto, por su puesto, trae consigo retos y desafíos que nunca han sido sencillos.
Pero la parte más desafiante de ser supervisor es saber aplicar la cantidad adecuada de liderazgo. En otras palabras, lograr el punto óptimo para brindarle al equipo una orientación sólida sin anular la independencia de cada uno de sus integrantes.
Ahora bien, no todo el mundo tiene la capacidad de ser un buen supervisor. Para ello es necesario que sea proactivo en la resolución de problemas para su equipo, y, al mismo tiempo, lo involucre en la toma de decisiones.
Es importante que posea la capacidad de evaluar lo más objetivamente posible a las personas a su cargo para encomendarles funciones adecuadas a sus capacidades y habilidades. Es conveniente que también cuente con la suficiente solvencia y profesionalismo para que sus observaciones o planteamientos sean respetados y llevados a la práctica.
Sin embargo, lo anterior no es suficiente si del otro lado de esa moneda no se desea colaborar. Es indispensable que la persona quiera ser supervisada porque, por ejemplo, le importa cuidar el resultado de su labor y valora los beneficios que implica desde el punto de vista profesional. Si existe resistencia, el proceso se hace cuesta arriba y con consecuencias que podrían ser negativas para la compañía.
Así que para supervisar a las personas de manera afectiva –de acuerdo con a la literatura empresarial– es necesario poner en marcha tres elementos que son clave: planificación, comunicación estratégica y esfuerzo.
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Además de ello, la supervisión implica compromiso y responsabilidad con la empresa y el personal, pues a todas luces debe ser manejado como un proceso constructivo, de aprendizaje y desarrollo profesional en el que no priven los personalismos del supervisor.
El objetivo es que bajo una guía certera las personas reflexionen y desarrollen sus conocimientos, habilidades y competencias, a través del apoyo regular y acordado con otro profesional. Esto es fundamental para contar con trabajadores sociales competentes, éticos y profesionales y con una empresa más competitiva.
En la teoría, todo esto puede parecer sencillo, pero en la práctica la supervisión puede resultar complicada si no se cuentan con los procedimientos adecuados. Pero eso no es excusa para evitar implementar –consciente o no– una supervisión efectiva. Hay que idear los mecanismos para llevarla adelante.
Las compañías deben tener presente que este proceso permite comprobar si todo se está desarrollando conforme a los objetivos que ha establecido o si se debe realizar algún ajuste.
A fin de cuentas, la supervisión empresarial está dirigida, entre otros aspectos, a garantizar la satisfacción de los empleados, lo cual es fundamental porque se reflejará en la experiencia de los consumidores de manera positiva –contribuye a aumentar su satisfacción– y en el desarrollo y crecimiento de la empresa.
David Somoza Mosquera es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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