Y terminó Baduel, por Teodoro Petkoff
Para finalizar el discurso al cual le hemos dedicado ya dos editoriales, el general Baduel dedica unos párrafos al rol de la Fuerza Armada. En principio, podrían parecer los clásicos estereotipos sobre el tema, pero leídos dentro del actual contexto, asumen un significado muy particular. Dijo Baduel: “ (…) el pueblo venezolano nos asignó el patrimonio de custodiar las armas de la República para defender sus intereses y ser administradores de la violencia legal y legítima del Estado”. Hasta aquí, retórica convencional. Pero, de seguidas, añade el general de tres soles una consideración que choca, oblicuamente si se quiere, con la retórica a la cual nos tiene acostumbrados el discurso presidencial. “PERO más que administradores de la violencia, debemos ser propulsores y mantenedores de la paz, y generadores de sosiego y sendero cierto hacia el desarrollo de nuestro pueblo” . La conjunción tiene el carácter de un parteaguas. Lo obvio es que la FA es administradora de la violencia legal y legítima, PERO lo que no es tan obvio sino más bien excepcional es que más allá de este rol, Baduel le atribuye el deber de institución propulsora y mantenedora de la paz, no por la vía del si vis pacem para bellum que gusta citar Chávez, sino generando “sosiego”.
Es decir, frente al discurso belicista y provocador, generador de inquietud e incertidumbre que continuamente sale de la boca del comandante en jefe de la FAN, el ex ministro habla de paz.
¿Y qué es la paz? Pues lo que dijo Juárez: el respeto al derecho ajeno. Nada genera más sosiego que la conciencia de que los derechos de todos son respetados por igual. Además, “el desarrollo de nuestro pueblo”, ya lo había señalado antes Baduel, no puede lograrse repitiendo los errores del pasado ni copiando modelos socialistas fracasados e inviables. Mucho menos si, Baduel dixit, además de enseñarle al pueblo derechos, no se le enseñan sus deberes. Concluye, entonces, Baduel, con una redefinición del rol de la FAN: “Debe ser un instrumento de poder para la democracia política, la paz y el desarrollo”. Ya había dicho que la democracia exige “contrapesos y división de poderes” ; sin estos lo que hay es autocracia. También había dicho que desarrollado bajo la égida exclusiva del Estado termina en hambre y descontento. Ya había emparejado paz y sosiego.
Finalmente, el general, conocido por su adscripción al orientalismo, dedica unos crípticos párrafos a citar el Código de Bushido, “la guía moral de la mayoría de samuráis”. Entre los principios cuya observancia exige (Honradez y Justicia; Valor Heroico; Compasión; Cortesía; Honor; Sinceridad Absoluta; Deber y Lealtad), vale la pena poner de relieve el cuarto: Cortesía. “Un samurai es cortés incluso con sus adversarios”. Para un gobernante como Chacumbele, que sólo se siente bien cuando insulta y agravia a cualquiera que discrepe de él, Baduel, con otras palabras, le rememora el viejo adagio castellano: lo cortés no quita lo valiente. O al revés, que es lo mismo. El Bushido asevera también: “El simple hecho de hablar pone en acción el acto de hacer. Hablar y hacer son la misma acción”. No habló poco el general Raúl Isaías Baduel.