Venezuela hacia el punto de inflexión, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Los hechos se van desarrollando de acuerdo a un guión que parece estudiado y escrito con mucha antelación. Todas las piezas han ido sincronizando con alta precisión. “Vamos bien, vamos muy bien”, le dice Guaidó a la población cuyo entusiasmo y esperanzas van in crescendo.
La secuencia, en menos de mes y medio, lleva un ritmo arrasador: el desconocimiento internacional en cascada del gobierno de Maduro por falta de legitimidad de origen y de funcionamiento, las medidas económicas que bloquean ingresos y reservas de oro y entorpecen las operaciones productivas de Pdvsa, el nombramiento de cargos diplomáticos que desplazan a los representantes de la dictadura y más recientemente a directivos de la industria petrolera.
En lo político y económico el cerco se va estrechando en torno a la desconcertada cúpula de la dictadura. Ahora la mirada de los venezolanos está puesta en lo que pudiera representar el punto de inflexión: el ingreso de ayuda humanitaria en dimensiones de gran escala por el norte, el sur y el oeste del país.
“Sí o sí”, han dicho el gobierno norteamericano y algunos de sus aliados regionales, lo cual equivale a un ultimátum, una sentencia y la manifestación expresa de la decisión de no dar marcha atrás. Y la ocasión para buscar el punto de quiebre tiene ubicación en el calendario anunciada por el propio Guaidó: sábado 23 de febrero.
Ese día que va ganando connotación de Gran Desembarco veremos movilizarse una gran maquinaria humanitaria formada principalmente por centenares de miles de voluntarios desarmados, médicos y paramédicos muchos de ellos, jóvenes, hombres y mujeres, para que alimentos y medicinas lleguen al agobiado pueblo venezolano. Otros eventos, otros anuncios, otras acciones disuasivas sobrevendrán antes de ese día cuya expectativa va a ser acrecentada mundialmente con un preámbulo musical de solidaridad en la frontera con artistas de Hispanoamérica, Estados Unidos y Suecia el viernes 22 de febrero.
Entonces tendrán que hablar quienes hasta ahora no lo han hecho: los militares venezolanos tendrán que decidir entre sumarse y custodiar esa gigantesca oleada de solidaridad nacional e internacional o seguir las órdenes de la desvencijada cúpula madurista y arremeter con la fuerzas de las armas contra quienes pretendan ingresar a suelo patrio con los insumos para paliar la tragedia existencial que viven los venezolanos.
Cada uno de esos hombres uniformados tendrá que decidir a solas con su conciencia y su familia en el pensamiento. Dar un paso crucial en la vía de abrir Venezuela hacia un futuro en democracia y más cónsono con las potencialidades del país o mantenerla postrada y atenazada en manos de quienes en 20 años de desatinos económicos y demencia ideológica han reducido su aparato productor y su democracia a escombros.
El derrumbe del proyecto chavista y la salida del poder de Maduro y su entorno arrastrará en su caída todo el andamiaje pervertido e instrumentado como aparato de control y dominación. Sobre la marcha, pero no improvisadamente, la Asamblea Nacional, único poder legítimo de la nación, tendrá que llenar de inmediato el vacío que dejarán el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, la Fiscalía y la Contraloría General de la República, entes todos que actúan y deciden en el interés único del chavismo, como lo han demostrado a lo largo de los años. La llamada asamblea nacional constituyente perderá sentido y sucumbirá con el régimen madurista.
Y lo mismo ocurrirá en el campo, por ejemplo, del espectro comunicacional hoy dominado con contadas excepciones por los amos del poder. Toda una red de medios dedicada a deformar la realidad y que funciona las veinticuatro horas como maquinaria de propaganda por estar concebidos, en primer lugar, como propiedad privada (para ellos sí se acepta) del partido de gobierno a pesar de que son costeados con dinero de todos. Sanear, transformar, simplificar el vasto sector de esa red controlada por el Estado requerirá de una estrategia que debe ser meditada concienzudamente y prefigurada desde ya. Ese será uno de los campos en los cuales el gobierno de transición deberá actuar también con extrema urgencia. ¿Y qué es lo que no será urgente?
Maduro, que ahora lanza zarpazos contra las Ong´s de derechos humanos, está obligado a negociar prontamente su salida y la de los jerarcas de su régimen autocrático. Lo contrario sería ocasionarle otra dolorosa tragedia al pueblo venezolano pero, además, escoger una ruta en la que tampoco tiene la mínima opción de triunfo. Venezuela va bien y vencerá.