500 años de soledad, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
Pocas efemérides han sido más elusivas que el 12 de octubre a la hora de encontrarle una denominación que la identifique sin ambages. “Día del Descubrimiento”, “Día de la Raza”, “Encuentro de dos mundos”. Todo ha sido intentado para ponerle un nombre. El último de ellos, “Día de la Resistencia Indígena”, lo acuñó el régimen actual, satisfaciendo la solicitud de algunos sectores aborígenes del país. Como los otros apelativos, desnuda una parte de la verdad de lo que ocurrió ese día en 1492 y oculta otra.
De “descubrimiento” sólo se puede hablar desde una perspectiva eurocéntrica. Lo que Europa no conocía, no existía. “Existió” a partir de que Europa lo “descubrió”. Esto, obviamente, no es cierto, pero tampoco es absolutamente falso. No por casualidad el viaje de Colón fue de allá para acá y no de aquí para allá. “Día de la Raza” nos remite sólo a una de ellas –con una cierta condescendencia y mala conciencia –, pero lo que es hoy América comenzó a hacerse cuando dos “razas” se encontraron a partir de ese día de octubre de 1492 y a pesar de que una de ellas fue conquistada a sangre y fuego por la otra, de la fusión entre ellas (y luego con la corriente africana) salió ese producto que Bolívar en la Carta de Jamaica definía como distinto a sus tres componentes históricos.
“Encuentro de dos mundos” quizás sea más neutro pero también enmascara lo que no fue una cita versallesca sino una brutal operación bélica que aniquiló pueblos y culturas enteras.
El nombre que nuestros indígenas han escogido alude tal vez más exactamente al proceso que comenzó ese día: la larguísima resistencia de cinco siglos que, sobre todo donde estuvieron asentadas las prodigiosas civilizaciones azteca, maya e inca, ha permitido la sobrevivencia, en terribles condiciones de pobreza, explotación y discriminación, de las etnias que están en el origen del ser americano de hoy. No es el nuestro un país de abundante presencia indígena pero, como en el resto del continente, la que existe constituye también un sector todavía preterido y excluido.
Si bien en la Constitución de 1999 se hace un reconocimiento de la multietnicidad y la multiculturalidad de la nación y se reivindican los derechos de los indios sobre tierras ancestrales, en la práctica es muy poco lo que se ha avanzado. En una sociedad con grados enormes de inequidad social, los indígenas continúan siendo los parias por excelencia. En esto, como en tantas otras cosas, el gobierno de Chávez no ha honrado sus promesas y la imagen de la madre warao, con el hijo en el cuadril, mendigando en cualquier esquina de Caracas, constituye una permanente acusación contra un régimen entre cuya boca y manos existe un lamentable cortocircuito.
TalCual, en vísperas del 12 de octubre, ofrece una entrega especial en la cual damos la palabra a los propios indígenas venezolanos, quienes, si bien reconocen los logros constitucionales que les atañen, también desnudan las condiciones concretas en que viven, que poca correspondencia guardan con la retórica constitucional y oficial. Cinco siglos después la resistencia sigue.