Abstenerse es perder, por Teodoro Petkoff
Al parecer se ha extendido entre la ciudadanía opositora la idea de no participar en las elecciones regionales próximas. Surgido inicialmente de modo espontáneo, al calor del shock del 15A, tal designio ha sido reforzado por la denuncia de “fraude”, realizada por la CD. De cuajar esta perspectiva y transformarse en línea de acción, podría quedar colocado el país ante un panorama que debería hacer pensar.
Una abstención masiva podría implicar la entrega al chavismo, sin pelear, de las 23 gobernaciones y de las 330 alcaldías, amén de los 23 consejos legislativos estadales. Esto significaría un reforzamiento colosal del poder político-administrativo del oficialismo y un retroceso brutal y acelerado en la descentralización, con todas las ventajas que ésta ya ha demostrado. Chávez tendría en un puño a toda la administración regional y local y podría completar su intención, hasta ahora contrarrestada, de re-centralizar el país, aboliendo todo vestigio de federalismo y de participación de las regiones en la toma de decisiones.
Se aduce que no vale la pena votar porque de todos modos no se va a ganar nada, dado que el gobierno hará trampa y que, por lo tanto, participar sería convalidar un fraude. “Que se cojan todo”, se dice con la mayor desaprensión. En cambio, se argumenta, no participar provocaría una crisis institucional. ¿Es cierto esto último? Hay razones para dudarlo.
Una elección la deciden los que votan, así sea un porcentaje ínfimo de los electores, de manera que eso de la “crisis institucional” es confundir los deseos con la realidad. La abstención no pasaría de ser un saludo a la bandera, sin otro efecto práctico que darle al adversario la posibilidad de una formidable caída y mesa limpia. Una hegemonía de esa magnitud sería un peligro muy grande para la vida democrática porque hasta por gravedad, por su pura fuerza inercial, fortalecería las peores “tentaciones autoritarias y despóticas” –como las denominó recientemente la historiadora Margarita López Maya.
No poner en juego la enorme fuerza opositora revelada por el RR, en una situación en la cual el adversario directo no es Chávez sino sus seguidores, ninguno de los cuales tiene su peso específico, y en condiciones en las cuales los factores y los liderazgos regionales y locales tienen una influencia nada desestimable, podría ser un error garrafal. Esto sin hablar del efecto del voto cruzado. Porque gente que votó por Chávez se identifica más con algunos líderes regionales no afectos al chavismo que con los que portan el hierro de ese movimiento. Muchos zulianos, por ejemplo, se identifican más con Manuel Rosales que con ese paracaidista en el estado que es el general Alberto Gutiérrez. Como este hay muchos otros ejemplos.
Sin embargo, existen razones para pensar que la CD podría estar ante la cuadratura del círculo. ¿Cómo discutir con el CNE la superación del ventajismo mientras al mismo tiempo se desarrollan las investigaciones de la comisión presidida por Tulio Alvarez? El tiempo pasa. El oficialismo ya está en campaña y entre tanto la CD hace depender su política del resultado de estas investigaciones. Sin embargo, el arma sigue siendo el voto, no la duda.