Adiós a Héctor Pérez Marcano, por Humberto Mendoza D’Paola
Twitter: @Giminiano
Con mucha tristeza acojo de la noticia de la muerte de mi gran amigo y jefe, Héctor Pérez Marcano, «el Macho».
Sus amigos le recordaremos siempre como alguien que nunca se rindió. Ni contra la dictadura de Pérez Jiménez, la cual combatió, dirigiendo la gran huelga estudiantil del 21 de noviembre de 1957, siendo él presidente de la FCU; su participación en la lucha armada contra el régimen de Betancourt dada la gran influencia de la Revolución cubana en los jóvenes de Acción Democrática, quienes el 9 de abril de 1961, encabezados por Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida, Gumersindo Rodríguez, Moisés Moleiro, Américo Martin y Pérez Marcano decidieron abandonar AD y fundar el MIR.
El Macho demostró su valía y coraje en todos los terrenos: en las cárceles y torturas de Pérez Jiménez, en la errónea lucha armada -de la cual participó con todos sus riesgos-, en el Cuartel San Carlos, en sus exilios y en el retorno a la vida democrática auspiciada por los presidentes Leoni y Caldera, para reincorporarse plenamente a el sistema democrático al cual quisieron derrumbar, pero que luego de años de experiencia en Cuba, las guerrillas y los países de la órbita soviética, lo convencieron, junto con muchos otros -entre los precursores Teodoro Petkoff, Bayardo Sardi y Freddy Muñoz-, para convencer a Moisés Moleiro, Pérez Marcano y otros disidentes de la V conferencia Nacional del MIR, quienes habían decidido abandonar la lucha armada y integrarse a la política de pacificación y, dentro de los esquemas democráticos, refundar el MIR como un partido Marxista Leninista, pero acogido a las leyes democráticas y renunciando a toda forma violenta de hacer política.
Así, el “Macho” comenzó una larga gira por todo el país, con mínimos recursos y muchos sacrificios para contactar a viejos militantes y convencerlos de que era necesario refundar el viejo MIR. Yo lo conocí en un mitin que organizaron José Agüero y Napoleón Rodríguez en un aniversario del partido en la carrera 23, entre calles 24 y 25, de mi Barquisimeto. Después del mitin, empatía de por medio, José Agüero, a quien bien conocía e invitó a permanecer con ellos y compartir un poco más.
Era la época de reconstrucción del MIR y para Pérez Marcano era una tarea fundamental el reincorporar al Gavilán, viejo jefe guerrillero de gran raigambre entre los campesinos. Esa noche, muy tarde, visitamos al Gavilán, en la vía a Duaca. A partir de entonces y siempre con Moisés, hicimos una gran amistad fundada en mi admiración hacia ellos y su posterior respeto a mi condición profesional.
No fueron pocas las ocasiones en las cuales disentimos Pérez Marcano y yo, en la década de los ochenta. Sobre las municiones Yugoeslavas, las denuncias contra los ministros de Defensa de la época. Pérez Marcano aún firme, siempre durante los comienzos de los años ochenta, nos pedía cautela a Macario González y a mí, para que una precipitada denuncia no nos llevase a la ilegalización del partido. Luego nos respaldó e hizo suyas en el Congreso, donde gozaba de gran prestigio, nuestras denuncias. Así avanzamos dentro de un sistema democrático que nos permitía libremente disentir de él y realizar grandes movilizaciones en su contra.
Fue un destacado parlamentario quien muchas veces tuvo que recomponer lo que Moisés y sus muchachos hacíamos. Fue un gran amigo de Pérez y del policía Izaguirre. No tuvo pruritos en ir a visitarlos en el Junquito, como demostración de solidaridad y amistad.
A Chávez y sus seguidores golpistas, siempre los enfrentó, con coraje, sin miedo ni medias tintas. Nos fuimos del MAS cuando lo negociantes de Mujica y Puchi decidieron apoyar a la Sra. Irene Sáez, para tres días después apoyar al golpista.
Murió Moisés, su compañero del alma, luego Teodoro, después Américo. Nos quedó el último revolucionario que supo reconocer sus errores pero que nunca claudicó frente a esta dictadura. Larga vida a tu memoria, Macho, te vamos a extrañar.
Humberto Mendoza D’Paola es abogado egresado de la UCV
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