ADVERTENCIA: Se ha deteminado que Chávez es nocivo para la salud
La gente de buena fe que todavía cree que en este país existe un gobierno preocupado por las condiciones de vida de los pobres debería pasearse por las cifras del gasto público en salud para topar con la realidad. Nunca habían estado los hospitales públicos en peor estado que hoy. No podría ser de otra manera. Medidos en dólares y no en bolívares, para no dejarse engañar por las cifras que la inflación magnifica, los recursos asignados por el gobierno central, por ejemplo, para los hospitales del área metropolitana de Caracas que dependen de la Alcaldía mayor, cayeron de 126 millones de dólares en 2001 a 86 millones en 2003, y lo que se asignó a los hospitales de la misma área dirigidos por el ministerio de Salud, bajó, en el mismo lapso, de 95 a 47 millones de dólares. Con semejantes recortes en lo destinado a los hospitales del área metropolitana no puede llamar la atención el desastre que éstos viven hoy.
Esto no se puede explicar –y mucho menos justificar– echándole la culpa al paro. Las partidas presupuestarias de Salud para el año 2003 fueron aprobadas en octubre del año pasado.
Es simplemente un asunto de prioridades. Si la salud del pueblo lo fuera no sería en sus recursos presupuestarios donde se harían los recortes. Un gobierno con sensibilidad no recorta el gasto social. Pero el colmo de la inmoralidad se alcanza con el reciente anuncio del presidente de una asignación cuantiosa de dinero sólo para aquellos hospitales de Caracas adscritos al MSDS, al Seguro Social y a la Fuerza Armada.
No es que éstos no lo necesiten, pero tampoco nunca se había vivido una situación en la cual la discriminación política fuera tan aberrante. Dotar sólo a los centros hospitalarios dependientes del gobierno central, ignorando a los que dependen de la Alcaldía de Peña no sólo es una muestra de inhumanidad sino una utilización absolutamente inmoral de los dineros públicos con criterio retaliativo. Como si los enfermos del Vargas fueran distintos a los de Universitario, como si los sufrimientos de los pobres que van a Lídice fueran distintos a los de quienes acuden al Militar. Esto es una iniquidad que clama a Dios. ¿En nombre de qué principio revolucionario se puede justificar una jugada como ésta?
Es la quiebra de todo criterio institucional. Es la administración pública concebida como potrero privado. Es nuestro caudillo decimonónico manejando los caudales públicos como si fueran propios. Es el chantaje a los adversarios políticos utilizando como rehenes a los enfermos. ¿Cómo puede explicar Chávez a los enfermos de sida recluidos en El Algodonal que ellos deben tomar por todo alimento una sopa porque él no traga a Peña? Por supuesto que una familia, barrio adentro, agradece tener un médico en la vecindad, cubano o no, pero cuando la cosa se pone grave y hay que bajar a los centros de salud del Estado, entonces los pobres encuentran el infierno, tropiezan con la realidad de un gobierno que es capaz de abandonar los hospitales por una inverosímil y mezquina razón politiquera.