Al maestro Abreu, con cariño; por Simón Boccanegra
Si algún premio honra, esta vez, tanto a quien lo otorga como a quien lo recibe, es el «Príncipe de Asturias», del reino español, que fuera concedido al Maestro José Antonio Abreu. El año pasado TalCual dedicó su edición aniversaria al «Sistema», como se conoce, así, simplemente, al Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles que con tanta dedicación y amor ha venido construyendo el Maestro Abreu. Fue nuestro homenaje anticipado a quien este país le debe un reconocimiento eterno. Sin su tenacidad nada de lo alcanzado habría sido posible. Tal vez ni siquiera podríamos hoy enorgullecernos de ese genio de la conducción orquestal que es Gustavo Dudamel. Cuando se habla del «Sistema» siempre me viene a la mente la figura menuda y frágil del Maestro Abreu, pagando interminables plantones de horas y horas, en el hemiciclo de la Cámara de Diputados, cuando se discutía el presupuesto nacional, pendiente de que la partida de las orquestas no fuera ninguneada. Abreu no es monedita de oro. De hecho, mucha gente critica su «oficialismo» frente a todos los gobiernos, incluyendo este. Aparte de que políticamente hablando Abreu es muy, muy discreto, se debería tener indulgencia frente a quien sabe que si el Estado venezolano no subvencionase las orquestas, ese logro maravilloso desaparecería. París bien vale una misa. Y este «París» que son las orquestas infantiles y juveniles no tiene precio. Uno, pues, mis lugares comunes a aquellos que ya han sido vertidos sobre José Antonio Abreu y su obra magnífica.