Año Nuevo, nuevos precios; por Simón Boccanegra
Como es de rigor, el gobierno y sus voceros económicos, comenzando por el propio Chacumbele, quien, como es bien conocido, sabe de todo, vienen insistiendo en que la devaluación de Año Nuevo no tendrá prácticamente ningún efecto inflacionario y mantienen el objetivo de una tasa inflacionaria para 2011 entre 23% y 24%. Los venezolanos tenemos ya una experiencia devaluacionista que nos inmuniza contra los ejercicios de optimismo forzado del gobierno. Ya esas cobas no traspasan el blindaje de escepticismo que nos ha creado más de una década de mentiras. Por mucho que Chacumbele insista en que el alza de los precios se debe a la especulación y sólo a esta, lo cierto del caso es que de los ajustes de precios no se salvan ni Mercal ni Pudreval. El punto es que mientras el gobierno se empeñe en que la velocidad en la subida de los precios es producto de unos encapuchados, en las trastiendas de los almacenes, conspirando para subir los precios a cuenta de oreja de cochino, nunca va a poder diseñar una eficaz política antiinflacionaria. El tiempo se le va cerrando bodegas y abastos, creyendo que por ahí van los tiros.
Sólo le falta revivir al camarada Samán, para que siga tirando palos de ciego. Las tozudas realidades de la economía, sin embargo, desmienten continuamente la ingenua creencia en la «especulación» como causa. Que existe especulación, no hay duda.
No tanta como dice el gobierno, pero la hay. Sin embargo, ésta cabalga sobre la volatilidad de los precios. En una economía con precios estables no hay espacio para la especulación. Es la inflación la que alimenta la especulación y no al revés. Si usted importa alimentos con dólares más caros, ninguna babiecada de Chacumbele contra los «apátridas» impedirá que los precios de aquellos suban.