Antonio Ledezma, por Simón Boccanegra

Ledezma era uno de los que supuestamente no volvería. Ahí está, sin embargo, en una casa que le es familiar porque en ella estuvo años atrás. Este minicronista, que siempre rechazó la futilidad del abstencionismo, discrepó en ello de Antonio Ledezma, quien fuera uno de los campeones de esa política.
Hace meses dejó de creer en ella y su mejor autocrítica ha sido la asunción del electoral como un camino necesario y viable para derrotar el autoritarismo chavista. Lo demostró con su triunfo. Hizo una campaña modélica. Sin muchos recursos, subió cerros, bajó a quebradas y canjilones, habló con millares de caraqueños de los sectores más humildes, participó en decenas de diálogos. Tenacidad y coraje ha tenido toda la vida.
Una vez escribí, hace años, para elogiar la valentía con la cual enfrentó y resolvió parcialmente el espinoso incordio de La Hoyada. Lo demostró nuevamente. Sus primeros pasos no han podido ser más sensatos. Aún antes de encargarse formalmente ya creó una suerte de «consejo urbanístico», a cuya cabeza ha colocado (sin sectarismo alguno) a uno de nuestros más capacitados urbanistas, Marco Negrón, quien, a su vez, se ha dado a la tarea de convocar a una brillante cohorte de colegas, que durante años han estudiado el problema urbano y llegan sabiendo bien que es lo que se debe hacer para repetir en Caracas lo de Bogotá o Quito o Lima, para no hablar de la proverbial Curitiba, ejemplos todos de exitosa y fecunda reingeniería urbana.
Ha creado también un consejo de seguridad, puesto en manos (nuevamente, sin sectarismo), de un criminólogo tan experimentado como Fermín Mármol León. Pocos conocen tanto de este complejísimo asunto como Mármol León, quien no es sólo un estudioso y teórico de esta problemática, sino también un hombre de una dilatada práctica profesional en ese campo. Dos líneas de acción claves en la gestión de la ciudad ya tienen quien las dirija. Tiene Antonio una oportunidad formidable para evidenciar que el opositor también puede gobernar bien.
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