Aquí, jalandito; por Simón Boccanegra
El presidente de Fogade, ese pintoresco personaje que sustituyó a Rómulo Henríquez, es un conocido picapleitos trujillano (conocido en su tierra, quiero decir) de fervorosa militancia copeyana durante los tiempos anteriores a Chávez. Después que éste ganó las elecciones en 1998, Caldera Infante, que así se llama el tipo, olfateó por dónde iban los tiros y se transformó en «revolucionario» (seguramente de esos que le sacan la piedra a esos amigos de uno que todavía creen, con fe de carbonarios, que aquí está en marcha una revolución). Inmediatamente comenzó a hacer méritos para llamar la atención de Yo El Supremo. Introdujo unas demandas absurdas y sin destino ante el TSJ pero eso fue suficiente para que el jefe le parara y así llegó a Fogade –en una enésima demostración de lo desacertado que resulta Chávez las más de las veces en la escogencia de sus colaboradores. Este minicronista, que ve tan afanado al tercio de Fogade tratando de seguir ganando puntos, le sugiere que se compre unos guantes de tractorista no vaya a ser que se le desuellen las manos con esos templones que está echando. Aunque él dirá que eso es preferible a jalar escardilla.