“Aquí no se va nadie”, por Simón Boccanegra

La verdad es que el ensoberbecimiento, la vanidad y el narcisismo de Yo El Supremo está llegando a esos extremos en que serán novelistas y no biógrafos los que se ocuparán de su vida. Desde «El Señor Presidente», de Asturias, hasta «El Discurso del Método», de Carpentier, pasando por «El Otoño del Patriarca» y «Yo El Supremo» de Roa Bastos, el inmenso anecdotario de caprichos abusivos que acompaña a todos los autócratas del continente, recogido en esas obras fundamentales de la literatura latinoamericana, para darnos el arquetipo del dictador de estas comarcas, no estará completo sin los dichos y hechos de nuestro autócrata particular. Ayer, cuando al cabo de varias horas de escucharlo, mucha gente comenzó a abandonar el recinto, Chávez le ordenó sentarse de nuevo y sentenció: «Cuando estoy hablando no se mueve nadie y si quiero hablar cinco horas más lo hago». La gente obedeció, desde luego, en estricta aplicación de la gran consigna revolucionaria «Mande, comandante, que nosotros obedeceremos». Implícito quedó el «y ustedes se lo calan». A Yo el Supremo, que se va en caravana blindada y rodeada de guardaespaldas, le importa un carajo que la gente quiera retirarse temprano para salvarse de atracadores y asesinos.