Arranca la oposión, por Teodoro Petkoff

Este largo y difícil parto que ha sido la búsqueda de un acuerdo electoral por los partidos de oposición parece, si nos atenemos a las noticias de hoy, que está a punto de producir un resultado relativamente satisfactorio. “Relativamente”, porque conciliar intereses, puntos de vista y hasta los egos de tantos grupos políticos y dirigentes, no es nada fácil y, al final, siempre quedan quienes se sienten maltratados. “Bandera Roja”, por citar un caso, recibió un trato poco considerado. Y hay otros, pero lo esencial que surgió una confluencia lo suficientemente unitaria como para que el elector pueda validarla.
Se ha alcanzado un acuerdo básico y ese solo hecho debe contribuir a reducir el efecto negativo del mecanismo escogido para elaborar las planchas, que no fue, ciertamente, el democrático sino el del conciliábulo de los cogollos —aunque, probablemente, dadas las circunstancias, no había demasiadas alternativas. Las planchas no son propiamente un modelo de amplitud y de reconocimiento del rol social y político de personas ajenas a los partidos, pero un acuerdo entre cogollos inevitablemente reduce el campo de candidatos a la gente de los partidos. Es evidente que este tipo de problemas se lo ahorra el gobierno porque sus planchas emanan del dedo atómico del Presidente. Los dirigentes del MVR ni siquiera han tenido el pudor de disimular su condición de eunucos políticos, vergonzosamente subordinados a la voluntad del caudillo, quien pone y quita candidatos, midiéndolos con un único rasero: la lealtad a él.
Estos aspectos del comportamiento de los partidos venezolanos deberían propiciar una reflexión necesaria sobre ellos —todos—, que están sumergidos en una crisis que no cesa y que compromete su credibilidad y su respetabilidad.
En todo caso, por esta vez los partidos de oposición percibieron la dimensión del desafío que confronta el país y la han asumido. Su responsabilidad es muy grande porque en un proceso electoral no hay más protagonistas que los partidos. No son los gremios, ni los sindicatos o las ONG quienes postulan, sino los partidos y estos han hecho un esfuerzo por estar a la altura del reclamo unitario, revelando con ello la comprensión de lo mucho que se juega el país en las elecciones de diciembre.
Un Parlamento desequilibrado, dominado de manera aplastante por el gobierno, no le conviene ni siquiera a este y mucho menos al país. Ya el sistema de contrapesos entre los poderes públicos está suficientemente averiado como para permitirnos el lujo de que también en la AN se repita un esquema que deje al gobierno con el control absoluto de ese cuerpo. Confiamos en que el acuerdo unitario tenga la fuerza necesaria para estimular una participación mucho mayor de los electores. Ya la desunión no es argumento para justificar la abstención.