¡Aterriza!, por Teodoro Petkoff
Ojalá que al regresar de Argentina el Presidente tenga ya un tanto cicatrizadas las heridas por donde ha estado resollando en días pasados y, con la cabeza un tanto más fría, pueda pensar en lo que tiene por delante. Porque no la tiene fácil. Llegando al noveno año de su presencia en Miraflores, es decir, casi terminando lo que alguna vez llamó la «década de plata» –antesala de la de «oro», cuando, según su decir, ríos de leche y miel correrían por las calles–, el país está agobiado por problemas de muy alta monta, que deberían exigir su atención prioritaria. Mucho agradecerían los venezolanos que en lugar de andar exportando una revolución fantasmagórica, se dedicara a atender las tribulaciones de una sociedad donde ha habido una pésima administración de la Venezuela de siempre, aliñada con una retórica incendiaria que no hace sino empeorar todo.
¿Podrá entender Ego Chávez que la letal combinación de inflación con escasez despelleja a cualquier gobernante? ¿Será posible que no entiendan, ni él ni sus empleados, que ha llegado la hora de revisar la política fiscal y la política cambiaria? ¿Habrán pensado en los efectos de la reconversión monetaria? ¿Será posible que no extraigan ninguna lección de chinos y vietnamitas, quienes han comprendido que sin un vigoroso sector privado –y, en nuestro caso, junto a un Estado democrático no menos vigoroso–, la búsqueda de mayor equidad en la sociedad y la progresiva disminución de la desigualdad se atrofian, creando un pueblo de iguales, sí, pero en la miseria? Debería Ego Chávez dejar de creer en las simplezas de Pedro Carreño, y meterle el pecho al problemón de la inseguridad ciudadana y de la violencia urbana. Todavía está a tiempo de rescatar el estupendo trabajo de la Conarepol –creada por Jesse Chacón cuando fue ministro del Interior–, sobre la indispensable reforma policial y penitenciaria, mezquina e irresponsablemente engavetado por Carreño. Allí hay preciosas indicaciones acerca de cómo abordar esta enorme calamidad, que agobia sobre todo a las capas más humildes de la población.
Tendría Chávez que serenarse. No se puede gobernar dejándose arrastrar por ataques de mal de rabia. Lo de la semana pasada fue incalificable.
Una colosal falta de respeto al país y a sí mismo.
Ya va siendo hora de que comprenda que así como el medio país que votó «No» lo reconoce como Presidente hasta enero del 2013, también debe reconocer Chávez a ese medio país y asumirlo como parte de una Venezuela en la cual cabemos todos y que no quisiera vivir los próximos cinco años en la misma crispación extenuante y neurotizante que ha conocido hasta hoy.