Bájate de esa nube, por Teodoro Petkoff

El universo mental del chavismo talibán está tan lleno de fantasías que anoche un pequeño grupo de tomistas entró al terreno del estadio Universitario portando pancartas progubernamentales. Tiro por la culata. Era un juego Caracas-Magallanes a casa llena: 25 mil espectadores. Pues bien, tribuna techada y bleachers, todos a una, clase media y sectores populares, estallaron en un solo grito rítmico que aludía a la madre del señor Presidente. ¿Veinticinco mil escuálidos oligarcas en el deporte de Chávez, el béisbol? Caracas ayer fue un caos. Desde entrenadores deportivos hasta damnificados de Vargas, pasando por empleados públicos de distintas dependencias, tomaron las calles. En casa de herrero, asador de palo: los trabajadores del Ministerio del Interior y Justicia trancaron la avenida Urdaneta, frente a las propias oficinas de Miquilena. El ambiente social está caldeado. Demasiadas promesas incumplidas.
Pero lo que está a punto de melcocha es la temperatura política. El empresariado ha anunciado un paro cívico para el 10 de diciembre. Chávez cree que lo descalifica diciendo que se trata de un paro político. Pues claro que es político. Tan político como el alzamiento del 4 de febrero. Cómo no va a ser político un paro que enfrenta la decisión política del Gobierno de promulgar a la brava 49 leyes que afectan la vida de toda la nación. Es legítimamente político. La política es una cosa muy seria como para dejarla en manos de un equipo de amateurs como el que machinea Chávez. Por eso el país está hoy más politizado que nunca y eso no es nada malo. Todo el mundo se siente llamado a participar del hecho político porque percibe que en esa esfera se está decidiendo su destino personal y el del país del cual es ciudadano.
El Presidente ha respondido fiel a sí mismo: retrecheramente, bravuconamente. Algunos de sus alabarderos han utilizado el mismo tono. Todos deberían aprender de Isaías Rodríguez, quien serenamente ha considerado el paro «como una expresión de la democracia, porque la democracia es un debate donde se expresan las disidencias y los acuerdos, y un paro es un signo de disidencia».
Pero el Gobierno, que ya parece no poder detener el deslave de sus propios errores, quiere darle el carácter de una pelea estelar. Chávez, Rangel y ahora otros, creen que van a asustar al país hablando de pelar por el fusil y el uniforme de campaña o anunciando que «no van a correr». Nadie quiere que corran sino que le paren bola al país. Que se sienten a gobernar tomando en cuenta a todos, abriendo canales de comunicación con todos. Que se bajen de esa nube de arrogancia donde están montados y se paseen por la posibilidad de que hayan podido cometer errores y que rectificarlos es de sabios.
Aquí no se trata de tumbar al Gobierno sino de hacerle sentir la honda inconformidad que hoy brota por todas partes y de todas partes. A eso Chávez debe hacerle frente como estadista y no como matón de barrio. De lo contrario, nadie lo va a tumbar. Se va a caer solo. No será hoy, no será mañana, pero será. Y lo que sí es verdad es que ni siquiera quienes no queremos salidas traumáticas vamos a salir a parapetearlo