Billetes: escasez efectiva, por Juan Vicente Gómez
Autor: Juan Vicente Gómez | [email protected]
Primero faltaron los alimentos, luego las medicinas y poco a poco la lista se fue haciendo más larga hasta llegar al colmo de los colmos, el dinero en efectivo, ese contante que ya no es sonante por obra y desgracia de los genios del socialismo que establecen las políticas económicas del país.
La gente llega a los bancos y diariamente toca preguntar “cuánto están pagando hoy” para caer en la discrecionalidad de cada agencia según la disponibilidad de remesa. El promedio suele ser Bs. 10 mil, previa cola, por supuesto, al cambiar un cheque o sacar de una cuenta. Con los cajeros electrónicos el parto es similar, filas interminables para retirar montos máximos que ya no cubren ni el precio de un café pequeño servido en una barra.
En el transporte público la escasez de efectivo va dejando a pie a tantas personas que se está incrementando el ausentismo laboral entre quienes no poseen billetes para pagar los pasajes. La aberración en algunos casos es de tal magnitud que “los bachaqueros del débito” pueden cobrar hasta el doble del billete que negocian para “sacar del problema” a quien caiga en sus garras. (El billete de 10 mil “lo raspan” por 20 mil, el de 20 mil por 40 mil y así sucesivamente.)
En los estados fronterizos, ni hablar. Eso da para un artículo aparte, así como con los pensionados, esas víctimas tan particulares que a veces requieren pasar varios días por los bancos para que les completen sus pagos. Día 1: “no hay billete. La remesa no ha llegado.” Día 2: “no tenemos suficiente efectivo para pagarles completo a todos”. Día 3: “sólo quedan billetes de baja denominación. Disculpen”.
Los aspectos meramente descriptivos de todas estas irregularidades solo muestran diversas aristas del problema, una situación que desborda a cualquier Banco Central que no se apriete los machos para meter en cintura a los gobiernos que se inmiscuyan en asuntos de políticas monetarias que no les competen. En Venezuela, el mundo al revés, un BCV sin autonomía ha permitido que un gobierno corrupto haga lo que se le venga en gana, con un sólo resultado a la vista: caos.
Ni hablar del dólar paralelo. Entre la inestabilidad política y la hecatombe financiera, el innombrable prendió los cohetes: 241 mil el martes, 263 mil el jueves, “guerra económica” eso sí, según el gobierno, con pingües beneficios a quienes más se benefician de ese marcador, los boliburgueses con acceso a divisas preferenciales que luego multiplican con ventas en el mercado negro.
El llamado de la ANC para adelantar las presidenciales y el “despegue” del paralelo también podrían ir de la mano, ya que se ha creado mayor incertidumbre entre una población incrédula ante la posibilidad de que la salida de la crisis llegue por vía electoral. Quienes buscan proteger su patrimonio con respaldo en divisas sólidas, aumentan la demanda de dólares y sube su precio. Ni hablar de quienes están por emigrar: muchos venden –a la desesperada- todos sus bienes y obtienen los verdes al precio que sea.
Que nadie pregunte “dónde están los reales”. En bolívares o en divisas, la respuesta es la misma:
La plata está en manos del gobierno y de sus secuaces quienes no tendrán –como nunca han tenido- ningún tipo de escrúpulo para tratar de aplastar a la oposición a billetazo limpio. Maduro nunca escondió sus intenciones para perpetuarse en el poder “con los votos o con las balas”, una frase que dejó por fuera al billete
la inconmensurable riqueza de la nación que seguirá siendo usada para chantajear, comprar simpatías políticas o intentar asfixiar a los adversarios del régimen.
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