Bochado en Bariloche, por Teodoro Petkoff
Si lo juzgamos por sus declaraciones posteriores a la Cumbre de Unasur, y por su rueda de prensa de ayer, que fué patética, Chávez salió resollando por la herida. De hecho, habló como perdedor. Su cara era más expresiva que sus palabras. No era para menos.
Su postura extrema, exigiendo condena de Colombia, naufragó, junto a la de Evo, estrellándose contra las rocas de la postura moderada, realista y sensata que impusieron todos los demás presidentes. Eso estaba cantado ya desde el reciente encuentro en Quito Pero, primero lo primero. Unasur sobrevivió a esta crisis y eso es muy bueno para el subcontinente, sobre todo en estos tiempos tan borrascosos.
Quien piense que se trató de una cumbre inútil se equivoca. Haber creado ese terreno para que los gobiernos de Sur América puedan procesar, cara a cara, los problemas que tantas veces los oponen entre sí, se reveló el viernes como fértil y, lo que es mejor, como prometedor.
Contra la opinión de Lula, la transmisión en televisión si bien estimula los discursos para la galería, también contiene los impulsos de los protagonistas, porque hasta Chávez puede darse cuenta de que no le conviene mostrar urbi et orbi el talante agresivo, grosero y descomedido que le es propio. De modo que la cumbre, contra todas las expectativas, estuvo, más bien, relativamente serena y fue al fondo de los problemas. La ecuánime conducción de Madame K y de Correa, debe reconocerse como un factor que ayudó a que la cosa no se descarrilara.
Sobre el fondo del asunto, quedaron claras dos cosas. Una, que el principio de no injerencia en los asuntos internos de cada uno de los países es sagrado. Con esto, se reconoció, explícitamente, el derecho del gobierno colombiano a acordar con Estados Unidos la presencia de personal gringo en sus bases respecto de las cuales quedó fuera de toda duda que tales bases son colombianas y no norteamericanas.
La otra, que las aprensiones de casi todos los gobiernos suramericanos sobre la presencia de militares yanquis en nuestros territorios no son gratuitas. Una larga historia de desencuentros entre Estos Unidos y Latino América-Caribe abona tal inquietud. Por lo tanto, exigir, como insistieron varios mandatarios, a Colombia y a Estados Unidos garantías sólidas de que desde esas bases los yanquis no atentarán contra ningún país del entorno es perfectamente comprensible y absolutamente pertinente.
Lo demás fueron anécdotas. El documento que leyó Chávez, quien desde que descubrió el comunismo se ha vuelto un liceísta sarampionoso, creyendo que todo lo que se pública en EEUU es política oficial de su gobierno. La estocada, hasta la empuñadura, que le metió Alan García al Gran Guerrero Anti Imperial.
El clima cordial entre Uribe y Correa, a pesar de los reclamos mutuos, formulados, sin embargo, en tono que anuncia pronta reanudación de relaciones diplomáticas. Por cierto, para quienes no distinguen matices: Correa no es Evo ni Ortega.
Finalmente, tal pareciera que en el continente ya le han tomado la medida a nuestro presidente. Sólo el que no lo conoce puede comprarlo.