Cállate, cállate… ¡que me desesperas!, por Teodoro Petkoff
Chávez se queja de que los medios no recogieron del acto de Guatire la esencia (que según él eran los créditos a unos empresarios, para la reactivación económica) sino que agarraron el rábano por las hojas al destacar sus amenazas contra los bancos. Es increíble que nadie le haya explicado todavía al presidente aquello de que noticia no es que un perro muerda a una persona sino que una persona muerda a un perro. Explícale, Diosdado, ya que Giordani nunca se va a atrever, que si él, en un mismo acto, entrega créditos a unos empresarios y simultáneamente anuncia que podría sacar los fondos públicos de la banca privada, la primera noticia muere a manos de la segunda. Explícale, Diosdado, por favor, que entregar unos créditos estatales es una pendejada al lado del anuncio de que «si me da la gana» podría quebrar a los bancos; explícale que esto hace que millones de venezolanos que tienen cuentas bancarias sientan un escalofrío recorriéndoles la espalda. Y que esos venezolanos, al día siguiente salgan corriendo a proteger sus churupos, su patrimonio, comprando dólares y colocándolos en cuentas en el exterior. Explícale, Diosdado, ya que ni Giordani ni Merentes lo van a hacer, que no son especuladores sino empresarios o padres de familia actuando racionalmente frente a un elefante desatado en una cristalería.
Desde que Hugo dijo que le tenía la vista puesta a los que sacan dólares enloqueció al mercado. El Banco Central ha tenido que quemar millones de dólares de sus reservas para impedir que la tasa de cambio se salga de madre y rompa el techo de la banda. El país entero vive la expectativa de que viene un control de cambios y eso lleva gente a las taquillas de los bancos. El dólar sube y las colas de compradores crecen. Unos para especular, ciertamente, pensando en ganarse una plata vendiendo un día después más caro, pero otros para protegerse. Las reservas bajan y la gente corre a adquirir dólares antes de que se acaben o se pongan más caros. Es un círculo vicioso creado por el propio Hugo. Pareciera una banda de especuladores que aprovecha el poder para comprar hoy a un precio y vender mañana a uno mayor, contando con que a punta de declaraciones estrambóticas el jefe de la banda hará subir el precio.
Todo esto, sorprendentemente, en el contexto de una realidad en la cual objetivamente no existen razones ni para un control de cambios ni para una macrodevaluación. Con más de 12 mil millones en reservas internacionales y casi 7 mil en el FIEM, con precios del petróleo más bien estables por encima de 20 dólares y acercándose ya el frío boreal, con un déficit fiscal manejable, no hay ninguna razón para este clima de aprensión y angustia, ni para esta corrida contra el Banco Central. Al menos por ahora. Chávez tiene en vilo al país pero también al instituto emisor, cuyas medidas vuelan en pedazos ante los disparates que suelta Chávez. La sensata tentativa de corregir la sobrevaluación se transforma en una lucha desesperada para impedir una devaluación que Chávez empuja con sus discursos absurdos contra los «especuladores».
Es increíble que en un contexto económico mejor que el de casi toda América Latina el país esté pasando por este vaporón cambiario