Cantando quiero decirte…, por Teodoro Petkoff
Son tan predecibles las reacciones de Ego Chávez y sus acólitos que para nada podía sorprendernos la declaración del canciller Nicolás Maduro sobre el guiso Antonini and company. ¿Qué otra cosa iba a decir Maduro que no fuera acusar al imperio de la turbia trama que se inició con el decomiso del maletín en Argentina? Si nos atuviéramos al cuento de Maduro, jamás hubo valija con 800 mil dólares, jamás fue confiscada ésta en la aduana aérea de Buenos Aires; la sociedad de Antonini con Kauffman y Franklin Durán también fue inventada por el imperialismo y todo no ha sido sino una patraña contra el «socialismo del siglo XXI».
Nunca hubo viaje en un avión privado, con un ministro argentino a bordo y un alto capo de Pdvsa como compañero, un tal Uzcátegui que, por supuesto, jamás fue «renunciado» por Pdvsa. Pura maniobra de la CIA y el FBI. Desgraciadamente para Maduro, todo eso pasó; no lo inventó nadie y lo que hasta ahora ha sido revelado por la justicia gringa ya era de público conocimiento. Lady K inmediatamente adoptó el mismo alegato: no se trata sino de una «operación basura» contra su gobierno y el de su marido, el pulcro caballero Néstor Kirchner quien, como se sabe, es incapaz de robar a un mendigo ciego y luego quebrarle el platillo en la cabeza.
El aria que entonó el gordo Antonini Wilson ha conducido a que los gringos le hayan puesto la mano a quienes todos los medios de prensa venezolanos y argentinos (pero jamás ni la fiscalía ni ninguna otra autoridad de nuestro país) señalaron como socios y, obviamente, cómplices del «maletinazo». Todo es periódico de ayer. Las novedades vendrán ahora, cuando no nos extrañe que Kauffman y sus socios hagan el mismo trato que Antonini: a cambio de «cooperar» salirse de la suerte con una sentencia leve.
Ahora, tal vez nos enteraremos de lo que es sospecha generalizada: que Kauffman, Durán y compañía tienen acceso privilegiado a los círculos más altos e íntimos del poder en Venezuela, tanto en Pdvsa como en el gobierno. Los presos no son ningunos revolucionarios, capaces de soportar torturas y hasta la muerte por sus ideales. Todo lo contrario. Son personajes conspicuos de la boliburguesía, cuyo único dios es el vil metal y en ese altar la «revolución socialista» podría ser sacrificada sin remordimientos de conciencia. Aquí debe haber más de un jefazo con las bolas en el cogote.
Después sale Ego Chávez –y lo repiten sus altoparlantes vivientes– acusando al pueblo de su derrota. Agradecidos deberían estar de los gringos, que dejaron pasar el 2D. ¡Dígame si esto hubiera sido revelado antes del referéndum! Todavía estaríamos contando votos «No».