Casa Hogar «Al fin» siembra misiones de vida en Vargas
La casa hogar «Al Fin» se encarga de controlar desde el punto de vista nutricional la alimentación a cada uno de los jóvenes que allí se encuentran, gracias a la gestión de sus fundadores y producto de algunas donaciones
«Al Fin» se lee en la entrada de una edificación en Caribe, estado Vargas. Para muchos, sobre todo ajenos al sector, es una casa más, pero para muchos jóvenes de la zona las letras rojas que identifican la estructura de dos plantas y paredes blancas es la primera señal de haber llegado a su hogar.
Con el objetivo de sembrar «misiones de vida» la casa hogar Al Fin cobija a 24 jóvenes que disponen de habitaciones confortables, sala, cocina, biblioteca, cancha, sala de juegos y piscina. Todos ellos, de edades comprendidas entre los cero y 18 años, son atendidos por al menos 18 personas que se encargan de sus cuidados médicos y educativos.
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Tres de los 24 son niños que aún son lactantes; otros 11 tienen edades entre tres y siete años y los diez que completan el grupo están entre la pre y la adolescencia.
«Al Fin» es una casa hogar que se encarga de dar abrigo a niños y adolescentes que por distintas razones, sobre todo de carácter social, no pueden estar con sus familiares. La directora operativa de la institución, Marielena Marcano, explicó a TalCual que durante la estadía de los menores procuran principalmente que ellos puedan lograr reintegrarse con sus familiares.
En segunda instancia, según lo expuesto por la también psicóloga, solo en algunos casos se procura por todos los medios que los niños puedan conseguir una familia en la figura de sustituta por la vía de una adopción.
Marcano detalla que solo 10% del grupo tiene una familia presente «que persiste en sanar sus circunstancias y volver a tener a sus hijos. Pero el resto de las familias están distanciadas» y esto complica las reinserciones de los jóvenes a sus grupos originarios.
Resalta que la misión de la casa hogar es hacer sentir a los jóvenes que en medio de las vicisitudes que enfrentan no están desprotegidos, sino que por el contrario, es momento de emprender y cultivar metas por las cuales luchar hasta alcanzarlas.
Florelia Alejo Quevedo, trabajadora social de la casa hogar Al Fin, señaló que cuando un menor ingresa a la institución lo primero que se verifica es que sus documentos de identidad estén en regla. En caso contrario, el personal se encarga de registrar a los infantes ante los organismos correspondientes.
Parte del trabajo también se basa en realizar las investigaciones del entorno social del niño para verificar las oportunidades que existen de reintegración con su círculo familiar.
El ritmo de vida dentro del lugar no es distinto al que pueda existir en cualquier otra casa del país. La actividad inicia desde muy temprano con el desayuno, el ajetreo de los más grandes previo a su salida al liceo, con la atención a los más pequeños y con los preparativos de clases de música u otras actividades extracátedra para quienes quedan en la casa.
Quevedo señala que han podido otorgar el derecho al estudio a los jóvenes gracias a la gestión de sus fundadores, también en alianza con algunos liceos privados y otros públicos, entre ellos La Unidad Educativa Alejandro Otero (privado), Montesano (privado), la Unidad Educativa Juan Bautista Arismendi (privado), el bolivariano Corapal, liceo básico José María España, y el liceo Juan José Mendoza. La trabajadora social detalla que el mayor de los jóvenes estudia informática en la Universidad Simón Bolívar en Vargas.
La casa hogar Al Fin se encarga de controlar nutricionalmente la alimentación de los jóvenes, dando atención individualizada, dependiendo sea el caso, todo esto gracias a la gestión de sus fundadores y producto de algunas donaciones que les hacen llegar.
Tanto Marielenea Marcano como Florelia Alejo Quevedo reconocen que la compleja situación que vive el país ha incidido de forma significativa en el día a día de la fundación. Sin embargo, aseguran que mantienen el objetivo de brindar un techo y calor de hogar a los infantes.
La casa hogar Al Fin nació con la idea de atender a 50 o 70 niños, con un proyecto que se pensaba extender, explica Marcano. Sin embargo, señala que la situación del país paralizó momentáneamente esta idea. «Es un trabajo arduo, con sus complejidades pero que con el transcurrir del tiempo nos damos cuenta que es valioso», dice. Al mismo tiempo puntualiza que el diseño de la fundación es asistencial por lo que se requiere de un personal entrenado para la asistencia.
Lo que se percibe al entrar en la casa hogar es que la figura de la institución queda detrás de la puerta, pues la energía que reina en el lugar es el de afinidad entre los jóvenes y trabajadores.
La dinámica de acompañamiento por parte de los responsables de la casa hogar también es aplicada a la hora de los controles de salud. Ya sea por rutina o por alguna dolencia la visita de los niños al médico siempre es con algunos de los trabajadores.
En vísperas de la época decembrina, la directora operativa de la casa hogar Al Fin detalla a TalCual que procuran mantener vigentes las costumbres y tradiciones venezolanas, por lo que también dan importancia a que los jóvenes tengan acompañamiento en estas fechas. Marielena Marcano precisa que a partir del 15 de diciembre pautan permisos con familias, amigos o colaboradores para que los jóvenes pasen las navidades.
Sobre la importancia de la figura de una casa hogar en el país, Marcano afirma que su presencia en una nación es fundamental, siempre y cuando estén canalizadas con responsabilidad y dignidad. Considera que son un auxilio vital para la vida de los niños que «muchas veces proceden de circunstancias muy gravosas y sencillamente y hay que encaminarlos hacia la vida sana y productiva».