Casa por cárcel no deja de ser una cárcel, Santiago Boccanegra
Los presos políticos nunca debieron ser tales. Hay que dejarlo claro siempre, para evitar que se solidifique la matriz de opinión que la hegemonía comunicacional chavista busca imponer. En democracia no hay presos políticos. A Antonio Ledezma lo mandaron a su casa en arresto domiciliario, como antes a Iván Simonóvis. Más recientemente ocurrió con Daniel Ceballos, a quien luego de haber trasladado injustamente a Guárico y regresado a Caracas, le permitieron continuar su detención en una residencia de un familiar en la capital: ni siquiera se le permitió regresar a San Cristóbal, donde fue alcalde. La salida más reciente se produjo la noche del miércoles cuando a Raúl Baduel, luego de 6 años de encierro, lo dejaron en libertad condicional, como la que tiene la jueza María Lourdes Afiuni. Pueden estar en la calle pero no hablar con la prensa, ni dar declaraciones públicas. Es una manera de callarlos y de bajar la presión internacional. Si vacían los calabozos, pueden decir que aquí no hay nadie encerrado en una celda pagando pena por tener una postura contraria al gobierno. Es evidente que la presión internacional baja. ¿Quién habla hoy de Ledezma? ¿Cuál Congreso de algún país se reúne para condenar su encierro? Mucho menos que antes, claro. Lo mismo ocurrirá con Ceballos. Y atención si más adelante dejan encerrado y callado en su casa a Leopoldo López.
No es que queramos que sigan presos. Jamás. Pero pedimos entender cuál es la movida estratégica del gobierno. Nada es gratuito. El sistema judicial venezolano es de todo menos «humanitario». No se extrañen de las declaraciones, además, desde el Ejecutivo diciendo que no tuvieron nada que ver, que ha independencia de poderes. Puro cuento. Celebremos que haya presos políticos que salgan de la cárcel, pero no olvidemos que la detención domiciliaria, también, es estar encerrado.
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