Casos y cosas de casas, por Teodoro Petkoff
Si ante la oferta presidencial de construir vía gobierno 200 mil viviendas entre este año y el próximo la cuestión es de ver para creer, dada la pésima experiencia de lo actuado en el lapso transcurrido entre 1999 y 2004 (apenas 100 mil viviendas en seis años), en cambio ante los anuncios de bajísimas tasas de interés para créditos hipotecarios se ha desatado una comprensible expectativa positiva en distintos sectores del país. Mucha gente siente que está ante la oportunidad de tener vivienda propia a un costo relativamente pequeño, contando incluso con una cuota inicial subsidiada por el Estado. En un país con un déficit habitacional cercano a los dos millones de unidades y con una larga sequía en la construcción de viviendas para sectores populares y medios de bajos ingresos, la demanda represada es enorme y ello explica las largas colas que ya desde la promulgación de la Ley del Deudor Hipotecario se han estado armando ante las entidades financieras. Ahora cabe esperar que serán mayores aún. En términos generales, los anuncios van en el sentido correcto, pero habría que terminar de esclarecer algunos aspectos particulares.
En el corto plazo, estas medidas deben significar, un estímulo para la decaída industria de construcción de viviendas, cuyos representantes han acogido con interés, y hasta con optimismo, los anuncios. Sin embargo, ¿cuán sostenible es esta política más allá del corto plazo? Para la banca, con una tasa de inflación que en ningún caso estará este año por debajo de 12%, la escala de créditos hipotecarios (5,68% ; 8,52% ; y, 11,36% ) implica prestar a pérdida. ¿Buscará compensarse elevando las tasas en otras áreas? (¿Hasta dónde, sin perder demanda?). Tanto más que el prestatario no tiene sino una suerte de compromiso moral para pagar la deuda, ya que ahora, por ley, la hipoteca es de casi imposible ejecución. Pero lo que se pierda aquí en otro lado debe recuperarse. ¿Cuántos bancos pueden aguantar con el 29% de su cartera comprometida en préstamos obligatorios a tasas reales por debajo de la inflación? No está de más recordar que los bancos trabajan con dinero del público. Quien pierde, en última instancia, ante una crisis, es el ahorrista. No obstante, puesto que el gobierno continuará financiando el déficit fiscal con endeudamiento, todavía las altas tasas que paga por sus bonos serán un recurso al alcance de la banca para bandearse. Por aquí podría existir un cuello de botella. Ojalá que la permisología y la trabazón burocrática característica del Estado venezolano no vaya a ser otro obstáculo, que reduzca los alcances de los propósitos expuestos.
Dicho esto, que supone una primera apreciación en general positiva de la política habitacional anunciada, –a despecho de un examen más detenido de ella–, cabe esperar que tanta gente ilusionada con la perspectiva de vivienda propia no tenga que pasar por las horcas caudinas de la lista de Tascón. Sería ya el colmo.