Chance a la paz, por Teodoro Petkoff

Dentro de este cúmulo de malas y peores noticias finalmente se ha prendido un bombillito en la Mesa de Negociación y Acuerdos. La firma de la “Declaración contra la violencia, por la paz y la democracia” constituye el primer paso concreto hacia un clima político de menor crispación en el país, que permita abordar en mejores condiciones la búsqueda de la solución “pacifica, democrática y electoral” a la crisis que está erosionando los cimientos de la vida ciudadana.
Por ahora estamos ante palabras. Pero todo comienza por palabras. De hecho, la Biblia nos lo recuerda:
en el principio fue el Verbo. Estas son palabras dirigidas a construir una atmósfera de menor desconfianza -por no decir de mayor confianza- entre las partes. Porque hoy es el recelo lo que predomina.
Ninguna de las partes le cree a la otra. En el antichavismo el leit motiv es “a Chávez no se le puede creer” ; en el chavismo es igual: “a la oposición no se le puede creer”. La desconfianza, desde luego, no se supera con meras intenciones, pero sin la intención de superarla es imposible que se llegue a ninguna parte.
Esta “Declaración” es apenas una carta de intención. Dependerá de la voluntad de las partes el que ella se plasme en hechos.
Para ello la creación de esa Comisión de Enlace que se propone es fundamental, de modo que en el seno de esta puedan ser procesadas y evacuadas tanto las violaciones involuntarias de los acuerdos así como las inevitables provocaciones que surgirán de sectores extremistas para tratar de mantener vivo el ambiente de intolerancia y pugnacidad.
La confrontación no desaparecerá ni ese es el objeto de esta “Declaración”.
Se trata, simplemente, de regularizarla y de meterla y mantenerla dentro de un cauce civilizado.
Pero ahora nos espera el siguiente y decisivo paso: la construcción de la tan ansiada solución electoral. La Mesa, fortalecida ahora por este su primer logro significativo, debe trabajar con prisa y sin pausa en aquel cometido. Ya tiene un insumo importante: la fórmula Carter. El gobierno debe entender que cualquiera de las proposiciones de éste obliga a un acuerdo, porque las versiones que el ex presidente norteamericano presentó parten de la Constitución pero no se circunscriben cabalmente a ella. Para que cualquiera de las dos (enmienda o revocatorio), con el formato Carter, pueda ser llevada a la práctica, se requiere que las partes las acepten, no las impugnen.
No se trata, pues, de plantearle a la oposición, como en su primera respuesta lo ha hecho el gobierno, que ejerza su derecho constitucional a solicitar una enmienda o un referendo revocatorio, sino de ponerse de acuerdo en una fórmula que dé al país la certidumbre de que hay un proceso electoral en el futuro inmediato y de que no habrá “trucos” (Carter dixit) para obstaculizarlo.
Lo que daría esa certidumbre es el acuerdo. Hoy más necesario que nunca porque, como hemos señalado en los dos editoriales anteriores, lo que nos espera en los próximos meses es candanga económica con burundanga social, que requiere el telón de fondo de una salida a la crisis política para que el cóctel sea lo menos explosivo posible.