Chávez está nervioso, por Teodoro Petkoff
El Presidente está nervioso. ¿Qué tendrá el Presidente? ¿Será que siente que la silla de Miraflores, que creía atornillada al piso, se le mueve? ¿Será que la angustia de saber que su tiempo es finito, y no hasta que el cuerpo le aguante, como su arrogancia de los buenos tiempos le hacía creer, le pone los nervios a flor de piel? Los viejos trucos ya no tienen la eficacia de los anteriores. El domingo pasado lanzó otra «misión», la «13 de Abril». Es una misión topo a todo. El colmo de la improvisación y del desarreglo. Cuando las viejas misiones se están desplomando bajo el peso de la corrupción, del despilfarro, de la improvisación y de la negligencia, el Presidente cree que puede reverdecer sus laureles de años atrás con este espejismo del «13 de Abril», diseñado a la machimberra, sin claridad de objetivos ni de mecanismos de aplicación. Es una nueva treta electorera. Él mismo lo explicó el domingo. Fue Fidel, dijo, quien le hizo ver que si no inventaba unos programas sociales masivos antes del referéndum revocatorio iba derecho a una derrota. No era preocupación por los pobres sino por él mismo, por su chamba en Miraflores. Ahora tampoco son los pobres de los municipios más atrasados los que le quitan el sueño. Lo que lo tiene insomne es un posible resultado negativo en las elecciones de noviembre.
Ni siquiera tiene el pudor de disimular. Habla de reencauchar las misiones y de seguidas entra en el tema electoral. Pretende galvanizar a esos seguidores que siente cada vez más renuentes, pintándoles el Apocalipsis. Atiza el miedo en los suyos.
Trata de intimidar a sus contrarios. Ruge: «Viene la guerra si perdemos». Primero el regaño, el garrote; después la zanahoria. «Voten por mis candidatos y lloverá café sobre las parroquias de la pobreza crítica».
Habla de socialismo y está devolviéndonos al pasado. Para tener otra vez el Estado de la Cuarta República lo que le falta es nacionalizar los antiguos hoteles de la Conahotu. Habla de lucha contra la ineficiencia y la corrupción y está restituyendo esos focos de ineficiencia y corrupción que fueron y son las empresas del Estado. Sidor volverá a ser la de antes, viviendo otra vez del fisco nacional, sobrecargada de personal, escenario de toda clase de corruptelas. En Guayana saben cómo es: no tienen sino que mirarse en el espejo de las empresas del aluminio y recordar el propio pasado de la siderúrgica. Después de un año con las cementeras nacionalizadas, vamos a tener que importar cemento. ¿Y todo esto por qué y para qué? Solo para tratar de devolver a esos ojos que hoy lo miran cada vez más escépticos desde las barriadas populares el brillo de los tiempos de la esperanza. Será inútil.