¿Chávez «forever»?, por Teodoro Petkoff

Vale la pena recordar que el meollo de la reforma constitucional es la reelección indefinida. Todos los poderes que Ego Chávez pretende concentrar en su persona están planteados en función de poderlos ejercer «hasta que se le seque el esqueleto», como dijo en estos días, con su acostumbrada «delicadeza» verbal. También importa tener muy en cuenta que la posibilidad de esa reelección indefinida se apoya no sólo en el control de todos los poderes públicos, y en las ventajas que saca Ego del manejo corrupto del tesoro nacional y de todos los recursos logísticos del Estado, sino también en el control político de la sociedad misma. Si la reforma fuere aprobada veremos cómo se acelerarán procesos ya en marcha: la estatización del deporte; la regimentación de la vida cultural y la creación de una cultura oficial; la utilización del sistema de educación para adoctrinar a los escolares y liceístas; la anulación de la autonomía universitaria; la liquidación de las ONG defensoras de Derechos Humanos; la profundización de la hegemonía comunicacional y mayores restricciones a la libertad de expresión; la transformación definitiva de la FAN en una institución politizada, ideologizada y partidizada, al servicio de Ego Chávez, y por último, pero no por ello menos importante, la expansión del estatismo económico y el cerco a la economía privada, dentro de un marco general de autoritarismo, autocratismo y militarismo, que arruinaría al país y a su gente, empeorando la situación de los más pobres.
Ego quiere un nuevo piso jurídico-constitucional para darle mayor velocidad y viabilidad a estos procesos de claro corte totalitario, es decir, dirigidos al control de todos los espacios sociales por el Estado y, en última instancia, por el propio Ego, transformado así no sólo en un dictador, sino en un dictador que pretenderá meterse hasta en los recovecos más íntimos de nuestro pensamiento. La más grande ventaja de la derrota de la reforma sería tener la relativa certidumbre de que esta pesadilla que ha sido el gobierno de Ego Chávez no pasará de enero de 2013.
Puede imaginarse el alivio que sentirán todos los venezolanos, incluyendo en primer lugar a sus propios partidarios, que son las víctimas más cercanas de su intemperancia y desconsideración, cuando Ego Chávez deba entregar la banda presidencial a un sucesor. Será un país con problemas, claro está, pero a salvo del peor de todos: un azote de barrio en la presidencia. Demasiado ha durado el hechizo de la maldición china («ojalá te toque vivir tiempos interesantes»). Demasiado interesantes. Un poco de tranquilidad no nos vendría nada mal a los habitantes de este país. Derrotar al Gran Intranquilizador es asunto de salud pública.