Chávez-Rosales, por Simón Boccanegra

¿Debemos ver en la reconciliación entre Chávez y Manuel Rosales un signo auspicioso o terminará siendo una enésima verificación del dicho aquel según el cual “un solo palo no hace montaña” ? ¿Pudiera indicar que se retoma, por parte del gobierno, el rumbo de relativa apertura que siguió al RR y que llevó a los, hasta ese momento, impensables contactos y conversaciones entre sectores económicos y el gobierno? Por lo pronto, ese apretón de manos entre presidente y gobernador merece reconocimiento y no se puede sino desear que sea una línea estratégica y no uno de esos espasmos tácticos a los que nos tiene acostumbrados Chávez, que se agotan en sí mismos, sin consecuencias ulteriores. Es evidente que el asesinato de Danilo Anderson condujo a un enrarecimiento del clima político. El país se crispó de nuevo. El gobierno endureció su postura —como suele suceder en todo el mundo después de un atentado terrorista. El aprovechamiento politiquero y sectario de este, desdeñando la posibilidad de avanzar en la reconciliación, apoyándose en el unánime y universal repudio y condena que siguieron a la muerte del fiscal; las irregularidades habidas en la investigación policial y el apresuramiento en la aprobación de una legislación penal draconiana, unidas a unas aisladas expresiones indebidas y cuestionables, aparecidas en algunos medios, encarataron todo otra vez. Ojalá, entonces, que lo de Maracaibo abra una ventana por donde entre un poco de aire fresco.