China, la Amiga Comunista, por Carlos M. Montenegro
Llegó al poder apoyándose en los campesinos y defendiendo el marxismo como medio para acabar con el retraso del país. Noventa después años tras incontables fracasos, el Partido Comunista de China (PCCh) busca sobrevivir practicando simplemente el capitalismo, eso sí “comunista”. Pero empecemos por sus principios.
A finales de julio de 1921, en pleno sofocante verano de Shanghái, quince personas se reunían en secreto en una casa del por entonces barrio francés de la ciudad. Después de varios días de encuentros, el miedo a ser descubiertos por las autoridades les llevó a mudarse a Jiaxing, un pequeño pueblo al sur de Shanghái y allí, en una barca en medio de un lago, hace casi un siglo, se hizo la primera convención que fundó el Partido Comunista chino. Por aquel entonces, el comunismo en China todavía era un movimiento minoritario y sin una organización sólida, como lo muestran las condiciones en las que se celebraron aquellas reuniones de julio de 1921 con la ausencia de Li Dazhao y Chen Duxiú, los principales ideólogos marxistas chinos y líderes del momento, a pesar de lo cual Duxiú fue distinguido con el cargo de secretario general del PCCh. A la fundación del partido asistieron dos miembros de la Tercera Internacional enviados desde Moscú, quienes llevaban la voz cantante y sufragaban los gastos.
En aquel Primer Congreso de Shanghái también estaba presente un joven de 27 años llamado Mao Zedong (o Mao Tse-tung), quien había acudido como delegado de la provincia de Hunan.
Nadie podía imaginar que esos inicios prácticamente marginales darían lugar casi un siglo después a la que puede ser considerada como la organización política más poderosa del planeta que gobernando el país desde 1949, que cuenta con casi 90 millones de miembros, dirige a 1.338 millones de chinos y administra la segunda economía mundial
Desde el punto de vista histórico el PCCh acabó con la secular división del país y con la práctica colonización extrajera a la que estaba sometida la nación, y hoy por hoy sus dirigentes se sientan a negociar con las naciones más poderosas del mundo de igual a igual, como uno más. Pero para poder estar ahí el partido comunista, durante casi un siglo, debió atravesar desgracias, crisis internas, bloqueos y guerras civiles y hasta llamativas mudanzas ideológicas.
A principios del siglo XX China pasaba por un enorme vacío de poder y una permanente crisis económica que había ido despedazando el Estado, abriendo las puertas de par en par a la primera revolución que pasara por allí. Tras la caída del milenario imperio y el trauma social que eso implicó, el PCCh con su corte de intelectuales vaticinando que hasta podía llegar el fin de la raza china, supo manipular el rencor y la frustración social a favor de la causa comunista durante más de un cuarto siglo de revolución, hasta que logró hacerse con el poder absoluto tras vencer en la larga guerra civil, iniciada en 1927, en la que se enfrentaron los nacionalistas del Kuomintang, encabezados por el generalísimo Chiang Kai-shek, y los comunistas del PCCh de Mao Zedong, fundando el 1° de octubre de 1949 la República Popular China, haciéndose con todo el poder de la China continental.
El PCCh en origen fue un partido comunista típicamente pro soviético, luego la influencia de su líder Mao Tse Tung lo convirtió en Maoísta, con su “Revolución Cultural” mucho más radical e intervencionista que empezó cerrando las universidades y adoptando políticas económicas que entre unas cosas y otras causaron la muerte, especialmente por hambre, de casi 40 millones de personas
Tras la desaparición del “guía” en 1976, Den Xiaoping su sucesor, cuando se vislumbraba el final de la guerra fría lo transformaría en un Socialismo con características chinas, comenzando a abandonar gradualmente las fallidas teorías económicas socialistas de Mao, reabriendo las universidades y evolucionando poco a poco hasta convertirse hoy en día, con el actual presidente Xi Jinping, en un conveniente y mal disimulado “socialismo de mercado”, sin desatender los objetivos promulgados por Deng Xiaoping en 1978 de las “Cuatro Modernizaciones” (defensa nacional, desarrollo tecnológico y científico, agricultura, y economía.
En el campo han introducido reformas que potencian la producción, la competencia y la iniciativa privada. El Estado se ha retirado de sectores en los que era omnipresente y solo lograba fracasos, abriéndose al mundo y atrayendo inversiones extranjeras, especialmente técnicas, que han desarrollado sus áreas científicas y aumentado exponencialmente su capacidad de producción industrial y tecnológica
Pero como dice el refrán: “El hábito no hace al monje”, con lo que China sigue siendo un Estado de un solo partido, el comunista, que gobierna férreamente el país más poblado del mundo con la inaudita pericia, de ser un país económicamente desarrollado, al contrario que el resto de los países comunistas del mundo, a base de poner en práctica, a su conveniencia, la moraleja de otro sabio refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”, por cierto que ambos proverbios son occidentales y no chinos, si me permiten la digresión.
Mao había permitido y transformado el culto a su personalidad en una política de Estado, sin embargo Den Xiaoping vio la necesidad de acabar con el personalismo, estableciendo que los primeros ministros y presidentes del partido solo podrían estar en el poder un máximo de diez años. Desde que Jiang Zemin fue nombrado presidente de 1993 a 2003 el plan hasta ahora parece que ha funcionado, y las transiciones entre los siguientes mandatarios se han producido con normalidad.
Desde 1978, las libertades del pueblo chino empezaron a mejorar gradualmente, empezando a disponer de libre tránsito por el país, poder montar negocios propios, casarse con quien quisieran, aprender idiomas e incluso obtener pasaportes para viajar al exterior. La censura bajó discretamente la guardia y comenzaron a llegar libros desde EE.UU, Europa, Japón, Corea del Sur, Hong Kong e incluso Taiwan, películas, discos de música clásica e incluso pop.
Nacieron medios de comunicación privados compitiendo por las audiencias que, con restricciones, podían hacer críticas a las autoridades de rango local. La llegada de Internet ha añadido un excitante brío a una aparente modernidad china que pretende querer estar en concordancia con el resto del mundo libre
Las actuales concesiones de apertura comparadas con el primitivo régimen lucen enormes y lo son, pero no por las tibias libertades actuales sino por la pavorosa opresión del régimen bajo Mao.
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Pero no hay que engañarse, en China hay apertura, no democracia. El cine, los libros, la prensa, el teatro y los medios de comunicación y las ideas políticas están permanentemente bajo la lupa del régimen, que no contempla ningún tipo de transición hacia la democracia como la entendemos en occidente.
Si por caso alguien intenta poner en cuestión el liderazgo del Partido, se encontrará con el terrible zarpazo de una temible fiera agazapada y alerta. La respuesta puede ser desproporcionalmente brutal, con la violencia propia de una dictadura implacable; hay ejemplos, como la famosa masacre en la Plaza de Tiananmen de Pekin en 1989, durante una manifestación de estudiantes y obreros descontentos con el gobierno. Y en 2011 el gobierno de Xi Jinping volvió a detener a centenares de abogados, artistas y blogueros bajo el cargo de “disidentes”.
Así mismo el 9 de julio de 2015, cientos de activistas, especialistas en derecho y representantes religiosos fueron detenidos en lo que se conoce en China como “la operación 709” (por el día y mes), al manifestarse reclamando respeto a los derechos de los presos por disentir, como Liu Xiaobo (1955-2017) un intelectual, crítico de literatura china, escritor y activista en pro de los DDHH y las reformas democráticas en para la República Popular China. El 8 de diciembre de 2008, Liu fue detenido tras firmar, junto con otros 300 intelectuales, el manifiesto político «Carta 08», que pedía la entrada en vigor de derechos constitucionales, como la libertad de prensa, de expresión y el pluripartidismo.
Y en junio de 2009 de nuevo fue apresado por “sospecha de incitar a la subversión contra el poder del Estado”, siendo juzgado sin el debido proceso con esos cargos el 23 de diciembre de 2009, y dos días después sentenciado a once años de cárcel
Ya era candidato y fue Laureado con el Premio Nobel de la Paz 2010 por aclamación, ya estando preso, por sus incansables campañas a favor de lograr reformas políticas democráticas. Las autoridades no se lo informaron a Liu. Pues la reacción internacional fue unánime al saber que había sido condenado. El gobierno chino no le permitió asistir a recoger el premio arguyendo que se trataba de un traidor a la patria condenado por “sus continuas campañas para terminar con el comunismo” (sic). Nunca volvió a salir de la cárcel hasta que con un cáncer terminal, que no le fue tratado en la prisión, le permitieron salir “bajo fianza” para morir en el hospital universitario número uno de Shenyang, en el noreste de China, a donde fue trasladado después de que se le descubriera el cáncer. El gobierno se cebó con él hasta el final. Liu Xiaobo ni siquiera en su agonía fue libre *.
Y concluyendo, respecto a este asunto de los logros económicos, por demás válidos, de esta China Comunista, recuerdo otro viejo refrán desde mi niñez: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
* Esta nota fue publicada por La Agence France-Presse
(AFP) lunes 10 octubre 2010
CARACAS El presidente venezolano, Hugo Chávez, en su programa dominical de radio y televisión Aló, Presidente respaldó el domingo al «gobierno aliado» de China tras la atribución del Nobel de la Paz al activista por los DDHH encarcelado Liu Xiaobo:
«Resulta que le dieron el premio Nobel a un disidente y contrarrevolucionario chino, que está preso en China, seguramente por violar leyes de China», continuó Chávez.
«Vaya nuestro saludo y nuestra solidaridad al gobierno chino, ¡Viva China!», dijo el mandatario.