Ciberguerras en la política, por Félix Arellano
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El impresionante desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación representa una profunda transformación para la humanidad, con efectos positivos en la generación de progreso y bienestar; empero, sus expresiones negativas se están tornando altamente peligrosas, con crecientes efectos en los planos: individual, local, nacional y global. Tiene que ver, entre otros, con los ciberataques y su papel en las guerras hibridas, con especial repercusión en el ámbito político.
Los ataques en las esferas individual, societal, empresarial se han incrementado y diversificado exponencialmente en los últimos años; minando la confianza en la sociedad digital moderna. Al respecto, se estiman más de 15 tipos de ciberataques, pero el dinamismo en sus transformaciones es permanente, y se calculan aproximadamente «unos 1.700 ciberataques por minuto en el mundo» (openwebinars.net). En este contexto, uno de los mecanismos privilegiados lo constituye el Phishing, un ataque directamente dirigido a los individuos para atrapar información personal valiosa.
Adicionalmente se han incrementado las modalidades e intensidad de los ataques cibernéticos contra los países y, en especial, contra los gobiernos. La lista de modalidades es larga y, entre ellos destacan: el Ransomware, orientado a secuestrar data; el Malware, para infiltrar y desestabilizar sistemas y los ataques DDoS, para inhabilitar sistemas. Un Informe del Consejo Europeo ha identificado al ransomware, con más de 10 terabytes de datos robados, convirtiéndose en una de las mayores amenazas de ciberataques en la Unión Europea (esmartcity.es).
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Por otra parte, la lista de casos de ataques se va tornando inmanejable, dentro de ellos se consideran impactantes casos como los ataques rusos al sistema eléctrico de Ucrania (2015-2016); el Ransomware Cry, que afectó unos 150 países, con un impacto devastador en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido; el ataque ransomware contra el sistema Pipeline en Estados Unidos, afectando la distribución de combustible.
También resaltan, por sus repercusiones, el virus Stuxnet, un gusano informático diseñado con objetivos bélicos, que logró dañar más de mil máquinas en una planta nuclear de Irán y se ha considerado como el despegue de la era en la que los virus informáticos agudizaron la guerra (BBC mundo 11/10/2015). También el virus NotPetya Wiper, que interrumpió sistemas informáticos en todo el mundo y ha sido calificado como uno de los ataques cibernéticos más destructivo en los Estados Unidos (2018) (Iberdrola.com).
En el ámbito de la política y las relaciones internacionales enfrentamos otra cara de los ciberataques, aparentemente más amable, pero no menos delicada, orientados a generar desinformación, desasosiego, inestabilidad; con diversos objetivos, entre otros, la descalificación de líderes o grupos políticos o el progresivo deterioro de instituciones y valores.
En ese contexto, cabe resaltar la creciente actuación de las potencias autoritarias en procesos electorales de países democráticos, resaltando los casos de las denominadas conexiones rusa y china. Adicionalmente, otra guerra más ambiciosa se encuentra en pleno desarrollo, los ataques de la corriente iliberal contra los valores liberales, las libertades, las instituciones democráticas y los derechos humanos.
La relevancia que están alcanzando los ciberataques en los escenarios políticos, incluyendo acciones de espionaje, sabotaje, desinformación y propaganda; nos confirma que constituyen prácticas que han llegado para quedarse, representando la continuación de la lucha política por nuevas vías.
En este contexto, se destaca, como uno de los casos clásico, la conexión rusa orientada a la descalificación de la Sra. Hillary Clinton, en el proceso electoral que la enfrentó por la presidencia de Estados Unidos contra Donald Trump, lo que generó una estela de incertidumbre, que no se ha aclarado, sobre las vinculaciones del candidato con el presidente de Rusia Vladimir Putin.
Muchos otros casos forman parte de la lista; al respecto, se podrían destacar: las denuncias de una conexión rusa a favor del proceso independentista catalán en España y la conexión china en los procesos electorales en Canadá, que algunos estiman “el punto del iceberg chino en la política canadiense” (swissinfo.ch).
Enfrentar la complejidad del problema no es tarea fácil, sus permanentes transformaciones e innovaciones y la diversidad de los afectados, plantea desafíos colosales. Pero nuestra capacidad creativa no se amilana y la seguridad en el ámbito cibernético avanza significativamente. A nivel internacional, el tema se encuentra en un lugar privilegiado de la agenda, pero se requiere de una mayor voluntad de negociación y cooperación de los gobiernos.
De nuestra parte, como individuos y potenciales actores en la sociedad civil y política, debemos asumir con consciencia la responsabilidad que significa recibir información electrónica y su difusión. Frente a la guerra hibrida del autoritarismo contra los valores liberales, aprovechando el activo papel de los guerreros del teclado en las redes sociales, debemos ser críticos y reflexivos, no reproducir ni valorar ingenuamente la información que circula, pues podemos estar contribuyendo a fortalecer la campaña de desinformación que genera desasosiego e inestabilidad, cuyo fin no es otro que la progresiva destrucción de las instituciones democrática y los derechos humanos.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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