Cicerón peló gajo, por Teodoro Petkoff
Si no fuera porque involucra al ministro de la Defensa y al comandante de la Fuerza Armada Nacional, general de tres soles, se diría que se trató de un escarceo intrascendente, a partir de una de nuestras típicas tormentas en un dedal lleno de agua: el debate bizantino sobre si Ilich Ramírez, nuestro famoso compatriota preso en Francia, puede o no ser calificado de «terrorista» Pero resulta que los protagonistas del hecho fueron José Vicente Rangel y Lucas Rincón Romero y ya eso cambia completamente la significación del contrapunteo.
En un contexto internacional particularmente sensible ante el tema del terrorismo y en un país donde algunos quisieran que Chávez recorra de rodillas la avenida Pennsylvania, hasta la Casa Blanca, para hacer allí un acto de contrición, Rangel no tuvo otra ocurrencia que cuestionar la calificación de «terrorista» a «Carlos» como si estuviera en un seminario académico sobre la materia. La puso de bombita y, como es lógico, le dieron hasta por el cielo de la boca. Y con él, al régimen, cuyas simpatías hacia el terrorismo habrían, supuestamente, quedado en evidencia.
El general de tres soles le enmendó la plana, con puro sentido común y político: terrorista es terrorista donde sea. Para despejar toda sombra, ratificó que «la FAN (ojo: la FAN, no el Gobierno) es aliada de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo». La FAN, pues, cuyo ministro es José Vicente pero cuyo jefe es Lucas. ¿Habló Chávez por boca del general en jefe o lo hizo la FAN? Es posible que Lucas haya sido vocero de ambos, aparte de serlo de sí mismo, de su propia investidura. Venía de Europa, donde acompañó parte de la rocambolesca gira del Presidente. Nada de extraño tendría que Chávez le hubiera pedido que colocara en su sitio al deslenguado ministro. Pero también salía de una reunión de altos oficiales. Nada extraño habría sido que más de uno de los generales presentes haya expresado la irritación que los indefendibles conceptos de Rangel habrían suscitado. Como quiera que haya sido, lo cierto es que su lacónica declaración sirvió para que la embajadora de Estados Unidos le extendiera nuevamente un certificado de buena conducta al Gobierno. Hoy dice que la posición de éste es «contundente» al lado de Estados Unidos.
Rangel acusó el golpe. Su palinodia de ayer es de un lastimoso patetismo. Frente a tamaña bofetada, José Vicente responde con una ocurrencia que es un clon de aquella que define al terrorista por el lugar de sus actividades: el episodio sería demostración de «el grado de fluidez y respeto que impera en el seno del Gobierno y la libertad que existe para opinar, incluso en el ámbito militar». Ridículo. En una materia política de tanta monta, la coherencia del Gobierno es fundamental. Rincón, el militar, le dio una lección a Rangel, el político. El viejo aforismo de Clemenceau, «la guerra es cosa demasiado seria para dejarla en manos de los militares», Lucas se lo volteó a José Vicente: la política es cosa demasiado seria para dejarla en manos de los políticos