Cogollo de uno, por Teodoro Petkoff
La selección de los candidatos del PSUV comporta una de las más grandes farsas que haya conocido la política partidista venezolana. La simulación se ha transformado en una segunda naturaleza del oficialismo. No solamente se la pasan dragoneando de seis millones de militantes fantasmagóricos, que en las propias declaraciones de los dirigentes se reducen a un poco más de un millón cuando de votaciones internas se trata, sino que pretenden convencer al país de que estamos ante una organización archidemocrática, donde la base decide. Puro fingimiento.
El PSUV es el partido más centralizado y cogollérico que ha existido en este país.
En este sentido es un caso de reducción al absurdo. Su cogollo es estrictamente unipersonal y revela un grado de alienación de los dirigentes a Yo-El-Supremo nunca antes visto en la historia de los partidos políticos nacionales. Los supuestos dirigentes del PSUV delegan en el Jefe Supremo todas las decisiones, importantes o no.
Dirección Nacional, Buró Político (como llaman ahora al minicogollo formal) son puro adorno. No existe tal debate interno, porque nadie se atreve a discutir con el Jefe Supremo. Su palabra es la ley; sus caprichos son órdenes. Es el modelo leninista de partido, «perfeccionado» por Stalin (y por Hitler, dicho sea de paso), donde todo está subordinado a la voluntad del Líder Máximo. Nada evidencia mejor esta naturaleza profundamente autocrática del PSUV que el proceso que ayer vivió la etapa de la simulación de masas, esa en la cual se finge que la «base» elige a los candidatos. No hay tal. Ya el mero hecho de ocultar los resultados de la supuesta elección impide todo ejercicio de la voluntad de la base. A ésta se le esconde quién ganó y quién perdió.
Simplemente se le informan los nombres entre los cuales el Primer Dedo señalará quienes habrán de ejercer Su representación (la del Jefe, ojo) en las elecciones de noviembre. ¿Cómo pueden los militantes saber si esos nombres corresponden a los resultados reales del acto de votación? ¿Cómo pueden los militantes ejercer «contraloría social» sobre las decisiones de la «dirección» si no conocen los resultados? No pueden ni podrán. En el próximo round simplemente serán informados de lo que resolvió el Supremo. En este sentido, el partido no sólo se ajusta al modo como Chávez dirige al país, autoritaria y autocráticamente, sino que también prefigura el modelo de sociedad que aquel quisiera construir en Venezuela.
Una en la cual todos los estamentos que la componen estén sometidos a su mandar, sin derecho a reclamo. Por supuesto es su sueño, que por ahora lleva adelante en aquellos sectores que le temen y que le rinden pleitesía. Para que pueda llegar a otros ámbitos tendrá que subir un corozo de espaldas.