Colapso de servicios públicos es un caldo de cultivo para brote de hepatitis
Sin datos oficiales ni vigilancia epidemiológica más los problemas con el suministro de agua se conjugaron para que el virus de la hepatitis y otras enfermedades de origen hídrico compliquen aún más la crisis sanitaria nacional
En un mismo edificio, tres vecinos comparten recomendaciones para paliar los malestares que han sufrido debido a la hepatitis de la cual están convalecientes. En una familia, dietas y cuidados van y vienen para dos hermanos y un primo que recibieron el mismo diagnóstico: hepatitis A, con apenas una semana de diferencia aunque viven en tres casas distintas. En las comunidades no solo comparten la crisis por la falta de agua sino las consecuencias sanitarias de buscarla en fuentes inadecuadas. Con mucha frecuencia la palabra hepatitis aparece en las conversaciones cotidianas y se refleja en las dolencias de casos propios o de conocidos, amigos y familiares.
Desde hace dos años no se publica la información oficial obligatoria que el Ministerio de Salud debe presentar en el boletín epidemiológico, una data que permite definir líneas de acción y vigilancia para atender las enfermedades que afectan a la población y que además determinan si se trata de un brote específico, si se trata de una epidemia, en qué zonas geográficas tiene mayor incidencia o en cuál rango de edades se está presentando.
José Félix Oletta, médico internista y ex ministro de salud, señala que aunque no hay datos recientes disponibles el aumento de casos requería de un alerta ya que los registros disponibles hasta 2016 reflejaban que nada más en tres años los casos de hepatitis A se habían duplicado: de 2.795 registrados en el 2013 pasaron a 4.305 casos a finales de 2016.
Oletta precisa que no solo es la hepatitis. Tampoco se conoce la morbilidad de diarrea aguda en Venezuela desde 2016 a pesar de que las cifras de ese año fueron las más altas en toda una década y estaba presente en todos los grupos de edad: en tres años pasaron de 5.844 por cada 100 mil habitantes a 6.180, según datos oficiales obtenidos en los boletines epidemiológicos del ministerio de Salud, un dato al cual no se le ha podido seguir la pista porque va a cumplir tres años sin hacerse público.
Pero aunque el silencio oficial se impone, las enfermedades hablan. Entre enero y febrero de 2019, se reportó un brote de diarrea aguda en Puerto La Cruz que afectó a 4.825 personas en los primeros 17 días de febrero y se confirmó la muerte de 12 niños. En el estado Anzoátegui la cifra aproximada de casos superó las 6 mil personas. Los exámenes de laboratorio revelaban en 18 de los afectados había presencia de Shigella flexneri y Norovirus, lo que coincidía con las muestras del agua tomadas de las dos plantas potabilizadoras que surten al estado oriental.
Los estudios hechos por Ingeniería Sanitaria de la gobernación de Anzoátegui señalaban que la cantidad de cloro en el agua presentaba valores muy por debajo de las normas sanitarias y que «los despachos de cloro a Hidrocaribe solo alcanzaron 40% del consumo promedio mensual», lo que se traduce en que la mayoría del agua distribuida no estaba tratada.
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El gobernador del estado Anzoátegui, Antonio Barreto Sira, confirmó que las muestras de heces tenían en común el Norovirus y la Shigella flexneri, asociadas al consumo de agua contaminada: “Seguimos manejando la hipótesis de que la transmisión se trata de un vehículo común como el agua, por lo tanto exhortamos a la comunidad a hervir el vital líquido y agregar 5 gotas de cloro inoloro, así como también el lavado de manos frecuente”, dijo el gobernador.
Comportamiento epidémico
La falta de vigilancia epidemiológica se suma al desconocimiento en el registro de otras enfermedades de origen hídrico como cólera, disentería, leptopirosis o fiebre tifoidea.
Por esta razón, los médicos evitan usar la palabra epidemia porque no cuentan con datos comparativos pero cinco especialistas consultados coinciden en que en los dos últimos años la hepatitis A, ha tenido un comportamiento epidémico porque lo que ven en la práctica les da algunos indicadores. Aseguran que en sus consultas tanto públicas como privadas desde que comenzó el año cada semana atienden por lo menos dos casos diagnosticados con hepatitis A.
Oletta afirma que sin duda «hay una tendencia al incremento de casos que está relacionado con la calidad del agua. El colapso de los servicios públicos, la población consumiendo agua de mala calidad, la falta de vigilancia epidemiológica y ninguna campaña de prevención e información se conjugan como una tormenta perfecta para que estas enfermedades tomen dimensiones en una enorme escala».
Un estudio presentado por la Alianza Venezolana por la Salud y la Sociedad Venezolana por la Salud Pública denominado Deterioro del acceso al agua potable agravado por el colapso del sistema eléctrico señala que los embalses que abastecen Caracas, Maracay, Valencia y San Felipe «están severamente contaminados y comprometen la calidad del agua cruda, las plantas potabilizadoras no tienen la capacidad para transformarla en agua segura, con una calidad tal que pueda ser consumida» y agrega que el agua que se distribuye a la población «no cumple las normas nacionales del agua para uso humano y contiene trihalometanos y otras sustancias potencialmente tóxicas, como consecuencia de la sobredosificación de cloro y de uso de exceso de aluminio, en el intento de mejorar la calidad del agua».
Oletta precisa «sin datos no puede haber vigilancia epidemiológica y por tanto hay omisión culposa del Estado por no informar»