Comiquita de la revolución, por Simón Boccanegra
En La Habana deben estar consternados. La cancillería cubana, que es de las más eficientes del mundo (entre otras cosas porque en ella como en Departamento de Estado los límites entre los diplomáticos y los agentes del G-2 en un caso y la CIA en el otro son tan borrosos que nadie los distingue), debe estar asombrada de la suprema incapacidad de su homologa bolivariana.¿Cómo dejaron en Carmelitas que al Gran Antiimperialista se le fuera ese “rolincito” entre las piernas? Nada de extraño que el mismísimo Caballo haya telefoneado a medianoche. “Óyeme tú, asere, ¿es que te volviste loco?” En efecto, Chávez estuvo cenando y departiendo durante horas y salieron riéndose y palmeándose mutuamente hombros y espaldas, con varios senadores gringos. Pero, lo insólito, lo que aún en La Habana no terminan de tragar es que entre esos senadores estaba nada menos que Dan Burton. ¡Dan Burton! ¿Les suena? Sí, el mismísimo Dan Burton, uno de los dos firmantes de la Ley Helms-Burton, de esa ley (abusiva, por lo demás, una de las primeras y torpes expresiones del unilateralismo gringo), que materializa el bloqueo a Cuba. Casi puedo oír la voz ya cascada de Fidel: “Óyeme tú, ni tan calvo ni con dos pelucas”.