¿Cómo pagarle a esa gigantesca nómina?, por Beltrán Vallejo
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En estos días de calles calientes debido a la protesta social, sobre todo del magisterio, de los trabajadores de la salud, de Sidor y de los universitarios, la bandera reivindicativa que está en lo alto se llama salario digno. Sin distingo político, los venezolanos se unen en las calles con una sola voz de protesta exigiendo un salario que les permita al menos consumir proteínas, comprar medicinas y tomar el trasporte para ir precisamente al propio trabajo. Ante eso, Maduro responde con bonos, no con aumento salarial, y en ocasiones también responde con la detención de dirigentes sindicales, el amedrentamiento con colectivos y las amenazas de despidos.
Pero también contesta con su monotema, con su monoargumentación, con su monojustificación y con su monoescusa; es decir, según él, no puede aumentar los salaros por «las sanciones ilegales y unilaterales» impuestas por su enemigo de siempre: los EE.UU. Es decir, Maduro no puede hacer más en materia de reivindicaciones salariales y los venezolanos se morirán de hambre, a no ser que los gringos «eliminen las sanciones y levanten el bloqueo».
Mientras, este Maduro festivo, barrigón y jaquetón, con bombos y platillos, le anuncia al país, en el paraninfo de su Asamblea Nacional de la ignominia, que en el año 2022 hubo una tremenda recuperación económica que se tradujo en un aumento del PIB en un 15%; por lo tanto, a las arcas del país le entró real en bamba ante tamaña recuperación de la economía.
¿Por qué para este 2023 no puede haber un aumento salarial digno para los trabajadores tanto del sector público como del privado?
Pero hay otro factor en ese contexto de desajustes del mundo laboral de la administración pública que para mi criterio es también impedimento para que el Estado madurista disponga de suficientes recursos y así cumplir con ese cometido de un salario digno, y eso tiene que ver con una criatura de la misma «revolución» que ya cumple 24 años: se trata de la elefantiásica, clientelar y populista nomina de los que cobran por el Estado, sin meter a los pensionados e imagínense los números.
En la presentación de la Ley de Presupuesto del 2022, se habló de una nómina de 5.509.563 trabajadores activos y de 5.600.000 pensionados del IVSS. Más de 11.000.000 de personas cobrarían por la administración pública.
¿En verdad el gasto en todo ese gentío se justifica? ¿No será esto clientelismo, burocratismo, nóminas paralelas, populismo, dispendio, corrupción y derroche? ¿Incide esta nómina superlativa en el hecho de que no haya recursos suficientes para un salario digno para los trabajadores que sí existen como trabajadores, que están en sus puestos de trabajo, que no son meros activistas políticos, que son maestros que sí están dando clase y que no están en una alcaldía, que no son sujetos que cobran en dos entes de la misma administración pública, etcétera, etcétera, etcétera?
En mi pueblo de Cariaco hay un central azucarero que fue estatizado por este régimen —en el 2011 o 12, ya no me acuerdo— que ya va para tres años que no procesa ni un gramo de azúcar. Ese central azucarero está paralizado por la corrupción, la incompetencia, la desinversión y la indolencia; sin embargo, por ese ingenio abandonado cobran ahorita más de 400 personas, y digo con propiedad que casi 200 no son trabajadores del central, solo cobran por él. Aquí se resume la perversión de la nómina de la administración pública madurista.
Y otra perversión: ¿será verdad que hay más de 3.000.000 de milicianos? ¿A qué, en verdad, se dedican esos señores, además de llenar los actos proselitistas del PSUV?
Hay estimaciones en esa Ley de Presupuesto del 2022 que apuntaban a un gasto corriente (ahí entra el pago de personal) que representaba a más del 69% de las erogaciones del presupuesto nacional. Entonces, ¿de qué salarios podemos hablar para alimentar el monstruo de la nómina de la administración pública creado por el clientelismo de Maduro?
¿Por cierto, cuánto ganará Diosdadito y Jorgito
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