Cómo quebrar un país, por Teodoro Petkoff
La vertiginosidad de los acontecimientos de este mes de enero (que ya parece que fuera julio) no ha permitido comentar el último y novedoso criterio de Chacumbele para llevar el Plan de Destrucción Nacional (PDN) al zenit de la perfección.
Hablamos de su luminosa idea, a plasmarse en alguna de las leyes que la jaula de las focas le aprueba con rutinaria docilidad, de que las empresas del Estado no produzcan ganancias. A tal efecto la producción de todas esas empresas, desde el acero de Sidor hasta el café de las torrefactoras estatizadas, será asumida totalmente por un super-Mercal que fijaría los precios (que no incluirían la odiosa ganancia capitalista, desde luego) y la colocaría en el mercado. Si este modelo económico ultraineficiente e hipercorrupto acabó con la Unión Soviética y tiene arruinada a Cuba, con todo y sus regímenes totalitarios, puede imaginarse el caos que ese engendro provocaría, manejado por un gobierno tan vivalapepa, irresponsable, ineficiente y corrupto como este.
Giordani, quien seguramente fue un brillante profesor de economía en los tiempos de Trucutú, y la patota cubana, que, misterios del totalitarismo, todavía espera confirmación de la noticia de la caída del Muro de Berlín, tienen mareado a Chacumbele con una maraña de conceptos económicos anacrónicos, cuya inviabilidad ya está más que demostrada por lo que pasó en el mundo soviético y, aquí cerquita, en Cuba.
Pero no es necesario entrar en mayores disquisiciones de Economía Política. Las empresas estatizadas nunca han producido ganancias en Venezuela. Chacumbele no tiene razones para preocuparse por ese lado. Técnicamente quebradas, porque sus costos son muy superiores a sus ingresos (parte de los cuales se los coge la banda de corruptos que usualmente las tiene a cargo), siguen vivas porque el gobierno les inyecta continuamente la plata que necesitan para llenar los huecos que su ineficiente gerencia abre continuamente. Así ha sido y así será en el socialismo del siglo XXI.
Será interesante saber si en su infinita preocupación por eliminar la ganancia capitalista, Chacumbele venderá petróleo en el mercado mundial a precios de costo o seguirá disfrutando de la enorme renta que se genera explotando a los millardos de habitantes de los países pobres, aplastados por los precios del petróleo. A los clientes internacionales de Sidor y del aluminio les encantará recibir esos productos a precios de costo. Venezuela será un gran benefactor… para la economía capitalista mundial. Eso sí, el monstruo burocrático y centralizado, el HiperMercal, que se encargará de manejar la producción y fijar los precios, sin pararle a las «malditas» leyes del mercado, no sólo creará un caos inmanejable sino que redireccionará la plusvalía (porque la habrá, comandante, la habrá) hacia los bolsillos de los corruptos, grandes y pequeños, que se encargarán de que tamaño mamotreto «funcione». Es increíble que a estas alturas pueda haber alguien, con responsabilidades de Estado, que todavía crea en esas paparruchadas de un utopismo trasnochado.