¿Qué potencial ofrece la economía naranja para la Venezuela poscovid?
La economía naranja es una alternativa para la diversificación y recuperación de la economía venezolana, que ha estado bajo el yugo petrolero por años. Pero para lograrlo es necesaria una mayor inversión pública en el sector cultural, que por décadas recibió en promedio el 0.53% del presupuesto nacional, y aún está lejos de recibir la asignación de recursos necesaria para asegurar cambios importantes en el ecosistema económico y social del país
La cultura debe formar parte de los planes de recuperación de Venezuela, pues en los últimos años se ha convertido en un salvavidas para los diversos gobiernos de América Latina que empezaron a incluir a las industrias culturales y creativas (ICC) en sus políticas nacionales de desarrollo, tras darse cuenta de que producen ingresos regionales que rondan los 124 mil millones de dólares anuales y generan 2,6 millones de puestos de trabajo —suficientes para emplear a toda la población estimada de Caracas—.
El reciente crecimiento de estas industrias va de la mano con el auge de la economía naranja o creativa —que justamente pone como centro la actividad artística, el emprendimiento, la propiedad intelectual y el patrimonio, no solo para mejorar potencialmente los sistemas económicos sino también para crear un valor no monetario a través de las expresiones culturales—, pero aún no avanzan lo suficiente como para cumplir con los objetivos sostenibles del milenio: incentivar el nacimiento de sectores culturales y creativos, promoviendo la sustentabilidad y la reducción de la pobreza en los países en desarrollo.
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La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró el 2021 como el Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, para retomar los procesos de transformación que quedaron paralizados en 2020 por la pandemia de coronavirus, la cual produjo un cierre de galerías de arte, cines, teatro, bibliotecas, librerías y otros equipamientos — generando una caída de hasta 60% en sus ingresos y de 13,6% en la creación de valor económico en el continente— y cambió los patrones de consumo cultural, ahora también digitalizado.
En Venezuela, sin embargo, el retraso en cuanto a la incorporación de la economía de cultura a planes culturales y de desarrollo sostenible se debe, más que a la pandemia, a la profunda crisis en la que están sumidos muchos de estos espacios de recreación, ya denunciada, por ejemplo, por el Consejo Internacional de Museos (ICOM) -Venezuela, que ha pedido la introducción de políticas museológicas para garantizar la continuidad de las infraestructuras y obras de arte en el país.
Para lograr entonces una recuperación de las ICC nacionales, en primer lugar, según el informe conjunto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Unesco «Políticas públicas para la creatividad y la innovación: impulsando la economía naranja en América Latina y el Caribe», por ser un país con una economía naranja «emergente»— si es que así se puede calificar la nuestra— debe hacerse una intervención pública que apunte a la oferta, proveyendo financiamiento y apoyo técnico a las actividades culturales y, en paralelo, desarrollar programas que incentiven el consumo de bienes y servicios creativos.
Sin embargo, en el país, la cultura siempre ha estado desvalorizada y eso se ve en la inversión pública en el sector. Desde 1986, en el gobierno de Jaime Lusinchi, y hasta 2011, ya con Hugo Chávez con más de una década en el poder, el presupuesto asignado al Ministerio de Cultura representó apenas el 0.53% del total del presupuesto nacional. En 2018, la alícuota presupuestaria cultural aumentó y llegó al 1,18 %, pero siguió siendo insuficiente, según un la investigación «Innovación en la gestión del presupuesto público del sector cultural venezolano», de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
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«Se mantiene vigente el diagnóstico realizado en 1981 por el Despacho del Ministro de Estado para la Cultura, en donde se recomendaba en
términos del Desarrollo Socio-Cultural, un mínimo de 2,5% del Presupuesto Nacional a ser ejecutados durante un plazo acumulado de diez años, para asegurar cambios importantes en la vida social», destaca otro estudio sobre la asignación de recursos a la cultura realizado por el profesor Carlos Guzmán Cárdenas, quien creó la maestría en Gestión y Políticas Culturales de esa casa de estudio.
Diversificación del «monoteísmo» petrolero
Actualmente hay varios proyectos en el país que se enmarcan en los principios de la economía creativa, pero no están bajo los lineamientos de un plan nacional, como sí pasa en Colombia, en donde el gobierno de Iván Duque tiene como bandera las políticas naranjas.
Una de las iniciativas locales más notorias es el Pan Economía Naranja Maracaibo Creativa de la alcaldía de esa capital, con el que, según Alberto Silva Paredes, director de Desarrollo Económico de esa institución, se pretende impulsar el crecimiento de las industrias no tradicionales otorgando microcréditos y ayudando a los emprendedores del ramo en la formalización de sus negocios.
Silva comentó en entrevista con TalCual que abrieron un censo online en donde ya se han registrado más de 1.000 emprendimientos relacionados a la cultura recreacional, gastronomía, artesanía, turismo ecológico, videojuegos, etc, para que sus dueños reciban asesoramiento legal por parte del Servicio Integrado de Atención a los Ciudadanos Emprendedores (Siace) —adscrito a la alcaldía—hasta ser inscritos en el Servicio Deconcentrado Municipal de Administración Tributaria (Sedemat), que es el organismo encargado de «administrar, fiscalizar, recaudar y controlar», los ingresos tributarios del municipio y algunos impuestos nacionales delegados. Todo esto en aras de que reciban beneficios fiscales, entre los que está una posible exoneración de impuestos para el arranque de sus empresas.
Pero para lograr una economía naranja con alcance estadal se requiere una acción mancomunada entre todos los niveles de gobierno, pues la recuperación de espacios es también clave dentro de este proceso.
«La alcaldía está apoyando la rehabilitación del teatro Bellas Artes y estamos apoyando a grupos culturales. Desde la dirección de cultura hemos desarrollado el área de teatros de calle, que es un proyecto que estamos viendo cómo lo reactivamos al 100%, porque se fue deteriorando por sí solo. Estamos en esta primera fase del plan de rehabilitación de las infraestructuras culturales que ya existen para que luego se pueda repotenciar lo que va a requerir esta ciudad», explicó.
Según la Unesco, los países con ecosistemas creativos más maduros pueden centrarse en desarrollar políticas sistémicas que fortalezcan los vínculos entre una industria creativa bien desarrollada y otros sectores, además de crear políticas de formación de capital humano que incentivan el sistema educativo a generar competencias y talento para la creatividad. Por ello, en Maracaibo están tratado de crear alianzas con empresas y bancos del sector privado, para ser además una de las primeras ciudades venezolanas en implementar políticas para la creatividad y diversificar las fuentes de ingreso en la entidad.
La economía naranja podría ser una entrada a la diversificación de la economía «monoteista» venezolana en la que el petróleo es el único Dios.
Antes de la llegada del teletrabajo, como lo reseña Felipe Buitrago Restrepo, exministro de Cultura Colombia, en el libro editado por el BID en 2013, Economía naranja, una oportunidad infinita —coescrito con Iván Duque Márquez—, se estimaba que las ICC generaban ingresos de 2,25 billones de dólares, equivalentes al 230% del valor de las exportaciones petroleras de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 2011. Ahora se espera que para 2023 ese aporte monetario de la cultura aumente a 9.8 millones de dólares por, entre otras actividades, los ingresos generados por plataformas streaming como Netflix, Disney Plus, etc.
La crisis crea un terreno fértil para la economía naranja
En 2020, la crisis económica generada por el coronavirus produjo una pérdida de al menos 10 millones de empleos dentro de las ICC, a nivel mundial, sobre todo en actividades como el teatro, los museos y el patrimonio, que tienen un impacto económico más amplio porque son una parte importante del «producto» turístico de muchas ciudades. También se generó una contracción estimada de 750.000 millones de dólares en el sector. Sin embargo, los bienes y servicios creativos y culturales, en comparación con otras áreas de la economía, han sido golpeados con menos dureza, pues en medio de esas crisis encontraron una posibilidad de adaptarse e intensificaron el consumo y producción de contenidos culturales digitales.
Melany Kors, (Melany Centeno Korschunov) creadora del proyecto Extremodamente y coordinadora de la Red Iberoamericana de Economía Naranja, dijo a TalCual que los venezolanos, a raíz de esa misma crisis, han empezado a crear emprendimientos que van en la onda de economía naranja, aunque ellos mismos no conozcan el término ni definan sus negocios como tal.
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«En la Escuela para Emprendedores de Chacao, se graduaban alrededor de 60 emprendimientos de modas, y el 60% estaba relacionado al diseño, al tema textil, o gastronomía con tintes naranjas; entonces, eso sí está pasando. En la alcaldía de Chacao se está desarrollando, pero incipientemente. (…) También la misma crisis ha hecho que otros profesionales de otras áreas descubran que les gusta la orfebrería, la gastronomía. Pero esto no es comparable con experiencias de países en donde la tendencia viene de arriba hacia abajo por los planes nacionales, pero la innovación es el lado bueno de lo que ha pasado con la crisis», comentó.
Así pues, tal y como lo ha señalado Ernesto Ottone, subdirector general de Cultura de la Unesco, estas iniciativas deben consolidarse en políticas de Estados que quieran poner la cultura como motor de desarrollo de un país. La formalización —y no proyectos aislados sin un hilo que una las acciones públicas y privadas— permitirá que estos emprendimientos adquieran capacidades financieras y la posibilidad de acceder a mayores espacios formales de subsidios y formación para el capital humano, con lo que podrán generar al país un crecimiento económico elevado y puestos de empleos. Potenciar la capacidad de internacionalizarse.
Según Melany Kors, para lograr esto en Venezuela, primero debe romperse con el mito de que la cultura no produce riqueza o retribución económica y empezar a empoderar a las personas desde su creatividad y sus talentos, creando oportunidades para ello.
La Unesco recomendó en un estudio publicado en 2022 Repensar las políticas para la creatividad ampliar y equilibrar los intercambios culturales y la circulación de bienes o servicios culturales, creando programas para fomentar la movilidad transnacional de artistas y profesionales de la cultura que permitan expandir el desarrollo local y aumentar la participación en la vida cultural.
«Lo principal es la formación o profesionalización de la cultura. Desde mi perspectiva, debe incentivarse el fortalecimiento de modelos de negocios y mejorar la autoestima del sector cultura. Los mismos artistas no están conscientes del eslabón al que pertenecen en la cadena productiva», comentó Kors, licenciada en Artes egresada de la UCV. Estima importante recabar datos y elaborar estadísticas sobre las industrias culturales y creativas para que los Estados puedan medir y comparar sistemáticamente los resultados de su sector cultural y creativo.
En Venezuela, desde 2011 el gobierno no ha dado información a la Unesco acerca del desarrollo del sector cultural en el país. Hasta el momento se sabe que en ese año al país entraron 0,28 millones de dólares por exportaciones de bienes culturales.
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