Cómo salió de abajo España en 1959 (I), por Carlos M. Montenegro
En los medios de comunicación convencionales y en las “redes sociales” del nuevo siglo todo lo que se oye puede resumirse en un par de asuntos: Los que se quejan y los que dicen que la gente está tan contenta, pero tan contenta que hasta los que salieron de estampida, ahora se están regresando arrepentidos. Creo que es absolutamente innecesario explicar quienes son unos y otros. Claro, se sabe que unos son muchísimos más que los otros; pero yo hoy, de los otros, ni pendiente.
Sobre “los unos”, los más, reconozco que el discurso se ha vuelto tedioso. El cúmulo de “interactuantes” de los medios, (porque ahora ya no se comunica, se interactúa), saben perfectamente lo que hace falta para lograr que los de este gobierno se vayan, pues no quieren hacer bien las cosas, y opino que si quisieran tampoco sabrían cómo; lo de ellos es otra cosa, no es gobernar para que la gente viva mejor. Así de simple.
Pensando en que los unos se la pasan diciendo reiteradamente que hay que luchar hasta el fin, pero sin violencia, y unirse para sacar al país del hueco y dale y dale, siempre con el mismo joropo, pero nadie dice cómo se baila. He estado pensando que sería bueno explicar cómo hay que hacer para salir de una buena vez de abajo, y cómo es que es, ese milagro. El problema radica en que yo no creo en milagros, y además, de política o economía no tengo ni idea.
Pero recordé súbitamente que siendo niño y miraba al mundo desde el mirador redondo de casa, en los años 50, los mayores se quejaban de lo mal que se vivía en España con aquella dictadura, y cuando Franco quiso arreglar aquello se quejaban aún más y se marchaban en cambote del país para América o Europa; hasta que unos años después de repente la cosa cambió y resultó que a los que se quedaron les empezó a ir mucho mejor.
Puesto a indagar cómo fue aquel cambio, les voy a contar lo averiguado por si al próximo que venga a gobernarnos, quién quita que le sirva de algo, porque a “los otros”, a esos sí, que yo no creo que…
Resulta que desde el final de la Guerra Civil española en 1939, el gobierno de Franco había instituido una política económica basada en que el país debía valerse por sí mismo. Quince años después estaba claro que la formula no servía, y en plenos años 50, España era el país más pobres de Europa junto con Portugal.
Los españoles sufrían el aislamiento implantado por las naciones vencedoras de la II Guerra Mundial al régimen Franco, debido al innegable vínculo que había mantenido con las potencias fascistas. Pero a la par que la guerra de Corea, llegó la guerra fría que enfrentó a las naciones del bloque Occidental, capitalista, con EEUU a la cabeza, con las del bloque Oriental, comunista, cuyo líder era su antigua aliada, en la II Guerra, la Unión Soviética, Franco haciendo valer su furibundo anticomunismo y la envidiable situación geoestratégica de España, logró firmar una especie de pactos llamados “acuerdos ejecutivos”, con el recién llegado a la presidencia de EEUU Dwight Eisenhower, por el que cediendo cuatro bases militares de uso conjunto en territorio español recibió a cambio ayuda financiera y un desbloqueo económico paulatino reiniciando relaciones diplomáticas y abriendo negociaciones para un futuro ingreso en las Naciones Unidas.
Aparte del relativo respiro económico, políticamente fue un éxito para el dictador, pues le permitió mostrarse al mundo alineado en el bloque occidental, logrando hacerse perdonar en parte su pasado en “malas compañías”, a pesar de su “neutralidad” durante el conflicto mundial, que hábilmente supo soslayar.
A pesar de todo, la España de la década de 1950 seguía padeciendo muchas de las penurias de los años de la posguerra civil y todo indicaba que España no iba a poder avanzar económicamente sin ayuda del exterior. Para salir a flote de aquel profundo hueco necesitaba incorporarse a la industrialización, importar bienes de equipo, bienes de capital y productos energéticos.
Como consecuencia de estas importaciones, la balanza comercial española presentaba saldos cada vez más negativos, a la vez que la inflación se situaba en niveles muy elevados y los recursos financieros eran cada vez más escasos. El país presentaba gran cantidad de problemas económicos difíciles de resolver ya que nunca contó con la ayuda del Plan Marshall.
Los problemas y desequilibrios que aquejaban a la economía española eran múltiples y de gravedad.
El Incremento del coste de la vida crecía de forma imparable y el gobierno reaccionó con importantes aumentos de los salarios, lo que hizo empeorar mucho más aún la situación
Aumentaba la deuda pública, y la balanza de pagos registro un déficit comercial elevadísimo con la consiguiente reducción de divisas hasta mínimos históricos. El 31 de diciembre de 1958 el gobierno se encontró con que sus reservas internacionales apenas llegaban a 45,4 millones de dólares, cifra muy inferior a la deuda exterior a corto plazo. Asimismo existían licencias de importación por más de 200 millones de dólares. Si el Franco no tomaba medidas urgentes, no podría adquirir productos vitales, como alimentos y medicinas, y la caída en barrena sería inminente.
En febrero de 1957 el “Caudillo”, dio un golpe de timón a su política y cambió el Gobierno, alejando de los puestos claves de la Administración a los sectores más nacionalistas, dando entrada a un nuevo grupo de ministros, lo que supuso una pérdida de influencia de los “camisas viejas” del Régimen, especialmente en el área de Comercio, Hacienda, Vicepresidencia del gobierno y de la Oficina Técnica de Coordinación y Programación Económica de la jefatura del Estado. Así fue desplazando paulatinamente a los miembros de Falange (FET), de los puestos de decisión económica.
Aquel grupo de políticos que denominaron “tecnócratas”, tenían varias cosas en común: eran civiles, pertenecían al Opus Dei, contaban con excelente nivel intelectual y un reconocido prestigio en el campo de la política monetaria, la Economía y las Finanzas.
Los nuevos ministros tomaron pronto conciencia de lo insostenible que era la situación y en 1959 empezaron a poner orden en la casa, desechando de entrada, la fracasada política autárquica franquista practicada hasta entonces muy a pesar del propio Caudillo pero la realidad se impuso.
En primer lugar se elaboró un diagnóstico por grupos de medidas a adoptar, que fueron:
1- Unificación de los múltiples tipos de cambio existentes fijando un cambio único de pesetas/dólar.
2- Elevación de los tipos de interés aplicados por el Banco de España y fijación de límites cuantitativos al redescuento de la banca con el Banco emisor.
4- Medidas estrictas de control y reducción del gasto público y elevación de los ingresos del Estado.
5-Propiciar la entrada de España en el Fondo Monetario Internacional, en la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) y en el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento.
Aplicar esas medidas implicaba un cambio radical de dirección en la política económica practicada por los gobiernos franquistas desde 1939. Los problemas existentes fueron diagnosticados acertadamente y las acciones implementadas surtieron un cierto efecto positivo pero no tardó en verse que a medio plazo resultarían insuficientes. Tenían que tomar otras medidas más ambiciosas y aperturistas.
*Lea también: El comercio con el imperio, por Sergio Arancibia
El gobierno buscó la ayuda técnica de los EE.UU. y de otros países para idear un nuevo plan que permitiera liberar la economía española de la autarquía, deshacerse del aislamiento exterior y evitar caer en una bancarrota que parecía inminente. Franco nombró a un brillante equipo de economistas que desde el Estado debían diseñar y ejecutar lo que actualmente se conoce como el Plan de Estabilización de España de 1959, o Plan de Estabilización de la peseta.
El procedimiento marcaba una serie de objetivos a conseguir: estabilidad económica, equilibrio en la balanza de pagos y fortalecimiento de la moneda, creando una divisa estable. Se anunció la liberalización gradual de la importación de mercancías a la vez que la del comercio interior. Las medidas que imponía el plan fueron liberalizadoras por una parte y por otra de gran austeridad que se resumieron en:
Convertibilidad de la peseta devaluándola o elevando el tipo de cambio respecto al dólar desde 42 hasta 60 pesetas, con el objetivo de dar estabilizar la peseta. Esto fue acompañado de cuantiosos créditos del exterior de organismos internacionales y del propio gobierno estadounidense.
Elevación de los tipos de interés, limitación de la concesión de créditos bancarios y congelación de salarios, todo ello con el objetivo de tratar de reducir la alta inflación existente. Ya se había cerrado la puerta a la pignoración automática de la deuda pública en el Banco de España, que constituía otra de las fuentes inflacionistas.
Se fomentó la inversión extranjera con una nueva legislación que permitía la participación de capitales extranjeros en empresas españolas.
Se acometió una reforma fiscal con el objetivo de frenar el déficit e incrementar la recaudación y contención drástica del gasto público.
En definitiva, las medidas adoptadas en 1959 iban más allá de una simple búsqueda de estabilizar lo interno y externo. Se trataba no sólo de restablecer los equilibrios sino, además, desterrar el modelo de desarrollo endógeno fracasado e incorporar definitivamente la economía española a los mercados internacionales, saneándola y construyendo el andamiaje adecuado para un ulterior crecimiento económico firme. Era proyectar una política desbrozadora de obstáculos para liberar la economía intervenida férreamente por un Estado autoritario.
Como consecuencia de la aplicación del Plan de Estabilización, España comenzó pronto a recoger los deseados frutos. Pero el cambio brusco en las condiciones de la economía y el incremento en las exportaciones produciría también algunas repercusiones no deseadas a corto plazo
Pero esos detalles y el desenlace, quedan para el siguiente artículo.
Sin óbice ni cortapisa.
Leyendo el plan franquista sentí como que faltaba algo. En ninguna parte se mencionaba que para el éxito del plan era imperativo “no robar”. Tal vez no hacía falta porque eran otros tiempos.