Con Chávez sólo manda Chávez (no el pueblo), por Teodoro Petkoff
Damnificados de varias zonas del área metropolitana manifiestan frente a Miraflores. Campesinos de distintas regiones del país también. Todo ocurrió esta semana. Sectores humildes que reclaman atención, que recuerdan promesas incumplidas. Para llegar a su destino hubieron de sortear distintos dispositivos represivos activados por el gobierno. Todos reivindican su condición de chavistas, pero no se muerden la lengua al apuntar un dedo colérico hacia funcionarios públicos o partidistas (del MVR) que no les atendieron o que, peor aún, los engañaron y maltrataron. Todos aducen que “Chávez no sabe nada de lo que está pasando” y ellos querrían abrirle los ojos. Es posible que algunos realmente crean esto, pero también es probable que no pocos se amparen en el nombre del Presidente para evitar mayores arremetidas represivas. Siempre fue así el venezolano; cualquier terreno vacío invadido era bautizado con los nombres del presidente de turno, o de su esposa y hasta de su “segundo frente”. Es una manera de protegerse. Recursos de los pobres para sobrevivir.
¿Pero, qué está pasando allí, en los estratos populares, donde las esperanzas de los desamparados comienzan a tropezar con la fea trompa de la demagogia y con la insensibilidad de los burócratas?
Los partidos de gobierno, en particular el MVR, son refractarios al desempeño autónomo de organizaciones del pueblo. Pretenden controlarlas políticamente y reducirlas a simples instrumentos de la “voluntad del partido”. Dondequiera que se crea una cooperativa, un comité de tierras o una mesa de agua, el partido (cualquiera de ellos) pretende colocarlos bajo su égida, rechazando la posibilidad de que esas organizaciones de la sociedad civil actúen conforme a sus fines específicos y con autonomía frente a las directivas partidistas. Ya en más de un sitio han estallado fricciones y conflictos entre las organizaciones populares y los burócratas del aparato partidista. Es muy sencillo: la gente se ha tomado en serio eso del “empoderamiento”.
Adicionalmente, la gente organizada ha venido chocando con la ineficiencia y la corrupción de la burocracia oficial. Cada trámite administrativo se vuelve una orgía de papeleo y demoras y al final del día nunca falta el burócrata que pregunta: ¿cuánto hay pa’ eso? Hace poco, organizaciones campesinas de Carabobo denunciaron la corrupción del representante del Ministerio de Agricultura y Tierras y lograron su destitución. Pero se trata de un caso aislado. La mayoría de las veces el reclamo popular se estrella contra el muro de la sordera oficial y la arrogancia de la nueva clase de burócratas recién encumbrados.
Sin embargo, la gente comienza a perder la paciencia. Todavía creen que “si Chávez supiera” sus tribulaciones terminarían. Aún no han descubierto que nada de esto es ajeno al Presidente. Es éste quien no tolera instituciones u organizaciones fuera del apretón de su puño; el aparato partidista simplemente ejecuta su voluntad. Es él quien va por el camino de barrer todo vestigio de descentralización administrativa, reduciendo al mínimo la acción de las instancias regionales y locales y concentrando la toma de decisiones en su propia persona.
La gente que aún cree eso de que “con Chávez manda el pueblo” está comenzando a percibir que con Chávez sólo manda Chávez.