Conformismo y pragmatismo, por Rafael A. Sanabria M.
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En las últimas décadas el venezolano ha mostrado una actitud conformista y a su vez de pragmatismo. Ante esa actitud de conformismo, vista por algunos como involución y baja autoestima, ¿cuáles son los verdaderos factores que inciden en este tipo de conducta o es que realmente el pueblo llano de Venezuela está contento con las prácticas ineficientes que aplican los actores de la gestión política para seguir manteniéndose y no la gran suma de felicidad que tanto se pregona en discursos?
No se necesita caminar mucho para observar el conformismo, la gente del común se conforma con simples paños de agua caliente, que no resuelven la situación en un país que cada vez se aproxima más al vacío, que no regenera ni deja abierta una brecha para un mejor sendero.
De niño escuchaba la palabra conformismo sólo ante la pérdida de un ser querido. Cuando un vecino fallecía mis padres emitían sus condolencias, decían “tenga conformidad”. Ahora casi no la escucho, pero se observa tácitamente en el actuar del común, quienes llevan una carga pesada en sus hombros, pacientes y en silencio como si fuese la voluntad de Dios, cuando es un vil conformismo impuesto por una casta política que oprime con fuerza bruta.
La conformidad se ha convertido en un manto oscuro sobre el cielo venezolano. Tan fácil como decir que importa más tomar un beneficio por lo práctico, que cocinar una idea que contribuya a crecer y madurar las bases sólidas de un país. Pareciera que los ciudadanos conciben hoy su existencia como una cadena de mínimos eventos aliviados temporalmente, es decir no la solución real de los problemas sino aliviarlos de emergencia. Es lastimoso ver a diario los rostros de los venezolanos asintiendo con benevolencia a todo. De verdad que no se detienen a meditar hasta donde nos puede dañar el conformismo en una sociedad.
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La tragedia más grande es escuchar la tradición oral del ciudadano: no hay gas, pero bueno se resuelve con leña o con cocina eléctrica, total nuestros abuelos cocinaron en fogón y nos les paso nada (desde hace meses no hay gas fuera de la región Capital y estado Miranda, “orden de arriba”); no merezco ese sueldo, pero de poquito a poquito se llena la gallina el buche, al menos compramos dos productos; con una arepa y un vaso de agua se llena el estómago, ah y si se va la electricidad bueno el ingenio casero brilla con luz propia, se hace un mechero de gasoil. Para resaltar el conformismo se autoglorifican: “los venezolanos nos crecemos en las dificultades”.
Hay confusión de términos. El conformismo se confunde con humildad y la flojera con pragmatismo. Se ha sembrado con mensajes populistas tales como: “ustedes pueblo humilde merecen su gota de petróleo que se la robaron en la cuarta república”, “el bono es justicia social, sólo en revolución sucede esto”, “si la oposición llega al poder quita todas tus conquistas”. No es humildad la que destacan ni flojera tampoco, simplemente se ha sembrado el conformismo.
Hay conformismo ante la carencia de opciones válidas. Como en esa vieja práctica de tortura psicológica de los interrogatorios policiales con el policía bueno y el policía malo, para manipular mejor al interrogado. Las opciones que presentan, ambas inaceptables, es conformarse con una situación de absoluto deterioro de vida, cada momento peor que antes, o desconocerlo todo y lanzarse por un barranco que dicen otros que es maravilloso.
Así el pueblo venezolano, pueblo guerrero e indoblegable de tradición Caribe, que “no cree en nadie”, por siglos nunca dispuesto a aceptar un poder impuesto, a desconfiar de lo que le muestran, se encuentra hoy, una vez más, ante dos únicas opciones falsas sin una tercera vía válida a su alcance, y en el fondo cree que ninguna de las dos es verdadera, lo que le causa decepción y parálisis, amoldándose al día a día, esperando en silencio que la tormenta amaine, con un demasiado paciente “llueve pero escampa”.
El buen vivir que todos deseamos, tan pregonado por la revolución, sólo se alcanza con estudio y trabajo, eso sí genera la suma de felicidad de que tanto habla el proyecto bolivariano, hecho pedazos por los mismos revolucionarios.
El pueblo venezolano, como la zorra de la fábula griega, aparentemente dice que las inalcanzables uvas están verdes, y ha renunciado a lo irrenunciable. O quizás está buscando un cambio total, real, para alcanzar las uvas, con nuevos métodos y nuevas perspectivas que hasta el momento no se han implementado.
En nosotros mismos está la toma de decisión de romper las cadenas de la mediocridad o seguir siendo prisioneros del conformismo.
Pueblo, ya es hora de romper el silencio.
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