Coreas: ¿el punto de equilibrio?, por Félix Arellano
La cumbre de las dos Coreas representa un significativo avance en el difícil e intrincado camino de la paz, un merecido éxito para el Presidente de Corea del Sur Moon Jaen-in, quien tiene años trabajando para alcanzar ese objetivo; empero, la incertidumbre es muy grande y un gran reto a superar es la generación de confianza. No resulta fácil para los gobiernos lograr credibilidad luego de hacer tanto daño para perpetuarse en el poder, más complejo aún si han incumplido procesos previos de negociación.
En este contexto, debemos recordar que no es la primera vez que la dinastía dictatorial de los Kim en Corea del Norte, promete paz y luego cambia de planes; ahora bien, también es cierto que nunca el lenguaje había avanzado tanto como en esta oportunidad, que se habla de “desnuclearización de la península coreana” y la “firma del tratado de paz”, pues al concluir la guerra entre las Coreas de 1950 a 1953, tan solo se firmó un armisticio.
La cumbre ha sido cuidadosamente organizada, toda una enorme simbología a favor de la paz y la convivencia, quizás lo más importante los gestos y expresiones de ambos líderes, que pudieran resultar sobreactuadas, pero encaminadas al difícil objetivo de generar confianza, nada fácil para Corea del Norte que lleva años promoviendo una imagen de fuerza, destrucción, con el epicentro en una familia dictatorial despiadada, panorama que se ha agravado en los últimos años cuando el joven dictador Kim Jong-un se le asocia al brutal asesinato de familiares, su tío político, supuestamente asesinado por perros; su hermano, envenenado en un aeropuerto y una purga de altos jerarcas militares.
No podemos garantizar que toda la macabra información que circula sobre la dictadura de Corea del Norte sea cierta, algo puede ser parte de las falsas noticias, lo complicado en este caso es que la propia dictadura ha sido la promotora de historias cruentas para fortalecer su imagen negativa.
Con antecedentes tan negativos, entre los que incluye, permitir la hambruna de la población con tal de controlar el poder, no resulta fácil para occidente confiar que acuerdos tan ambiciosos como los que se están planteando: desarme y desnuclearización, se puedan alcanzar. Se podría pensar que ya la dictadura norcoreana ha logrado el nivel de desarrollo nuclear como para detener el programa y eliminar sus actos de agresión con las pruebas nucleares. Ahora bien, el tema nuclear resulta existencial para la dictadura, en consecuencia, no le resultará fácil aceptar los estrictos controles y verificaciones que exigirá occidente.
Entre los argumentos que se están destacando para justificar el sorprendente cambio de actitud de la dictadura norcoreana destaca la urgente necesidad de promover el desarrollo económico, temática en la que Corea del Sur puede realizar un aporte extraordinario; empero, tal argumento sorprende pues históricamente la situación de su pueblo ha sido irrelevante para la dictadura. Dado su carácter comunista, el pueblo representa una simple ficha, que se le manipula permanentemente, se le utiliza en el discurso, bajo la farsa de la “dictadura del proletariado”, excusa para encubrir la dictadura de un individuo que mantiene y cambia la camarilla del poder a su antojo. El pueblo resulta uno de los conceptos más manipulados por el comunismo, trampa ideológica que aun cuenta con el respaldo de los ingenuos y fanáticos.
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Resulta evidente que la parte más dura de la negociación está por iniciar, pues su viabilidad depende de la activa participación y compromiso, tanto de los Estados Unidos, como de China. Indiscutiblemente que un factor determinante para el cambio de actitud de la dictadura norcoreana, ha sido el firme respaldo del gobierno comunista chino a las sanciones aprobadas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra Corea del Norte. Cabe precisar que China respalda la dictadura norcoreana y la quiere bajo su hegemonía, pero sin armas nucleares y mucho menos con las irracionales actuaciones del joven Kim Jong-un.
En este contexto, el gran sueño geopolítico chino es lograr el retiro de fuerzas militares de los Estados Unidos de la zona, objetivo que aspiraría lograr a cambio de la desnuclearización de la península, lo que resulta inaceptable, no solo para Estados Unidos, también para la mayoría de países de Asia preocupados por el expansionismo territorial chino, en particular los países limítrofes del mar de China, la India y naturalmente Corea del Sur. El paraguas militar norteamericano permite un equilibrio en una zona compleja e inestable
Las dos potencias asumirán en principio sus posiciones extremas y Estados Unidos aspira la desnuclearización, acompañada de rígidos controles y un mecanismo gatillo, de tal forma que ante incumplimientos se activen las sanciones y, naturalmente, continuar con la defensa militar de la zona. Todo indica que le corresponderá a Corea del Sur un gran esfuerzo creativo para lograr los puntos de equilibrio entre las máximas aspiraciones, que permita llegar a un acuerdo de paz equilibrado, en ese ejercicio el apoyo de todo el sistema de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional será indispensable.