Crónica | Domingo de flow: festival de artes urbanas para prevenir la violencia
En Artigas se organizó el festival Flow Convive donde el arte y el propósito se unieron para seguir espantando la violencia
Autor: Ernesto Rodríguez | Fotografías Leo Álvarez, Eduardo Berrospi, Tomas Zamora
Amanecía el domingo 25 de junio. El equipo encargado de la actividad se despertaba ligando para que no lloviera. Se trataba de un festival de artes urbanas que tejía distintas expresiones artísticas bajo el motivo de la paz y la no violencia. El equipo ya en el lugar estaba en los últimos preparativos, entre pausados acomodos de detalles y carreras de un lado a otro. La actividad buscaba ser un atractivo para jóvenes de distintas parroquias de Caracas, que interactuaran con el mensaje tanto en fondo como en forma. Un reto nada sencillo.
El evento sucedió en la unidad educativa San Blas, ubicada en Artigas, en un barrio populoso del oeste de Caracas. «Esta escuela tiene más de 50 años de fundada y mucha historia”, comentaba la profe Mariela, coordinadora del preescolar y voluntaria durante la jornada.
La actividad llevó por nombre Flow Convive: ritmo, arte y convivencia, organizada por la ONG Mi Convive como parte de sus iniciativas de prevención de violencia en Caracas, y acompañada por Cultura Lírica, otra plataforma dedicada a la promoción de rap con propósito. Ambas organizaciones dándose la mano en el esfuerzo de crear espacios de valor para jóvenes.
Más allá del portón, unas escaleras empinadas entre los dos edificios de salones de clase. La subida estaba ambientada por pendones alusivos a la actividad, «somos convive» o «nos vemos en la cancha”. El final de la escalera desembocaba en un par de mesas de pupitres juntas, sobre ellas había pilones de post-its de todos colores frente a una red donde guindaban pulseras de tela con motivos del Flow Convive. La estación se llamaba “el muro de los deseos” y consistía en un trueque. «Yo quiero la fucsia», decía una joven que escribía un deseo para la ciudad en uno de los post-it, que era el aporte que te daba derecho a tomar finalmente una de las pulseras exhibidas.
Al pasar esta bienvenida, las actividades del Flow se ramificaban por los pasillos de la escuela cual vivo araguaney: en la cancha estaba la tarima con el sonido y una gran pantalla de backing con imágenes de jóvenes jugando, riendo, bailando. Un rap de fondo haciendo el preludio de los artistas que se presentaron un rato después. En uno de los laterales de la cancha, habían tres pancartas, cada una hecha por los estudiantes de distintos liceos de la ciudad, todas con motivos de la no violencia; los jóvenes ensayaban cada uno frente a su pancarta, pues debían exponer su arte frente a un jurado que, después de evaluar las exposiciones y productos, elegiría qué colegio se llevaba como premio dos cuñetes de pintura blanca cero kilómetros.
Al atravesar la cancha, en el pasillo contiguo se encontraban dos salones habitados: uno con una exposición fotográfica, cada foto estaba impresa en tela dryfit, algunas colgaban de la paredes y otras amarradas de las vigas del techo con nylon, de modo que quedaban las telas vivas flotando por el centro de la habitación como si se tratara de un acto de magia.
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Allí se encontraba Peterson, uno de los fotógrafos: «Saludos mi hermanito, traje unas fotos que hice en Tocuyito, hace como cuatro o cinco años, son unas fotos muy brutales». Es un hombre joven de unos 35 años de edad, bachiller a medio camino pero con varias maestrías certificadas en la universidad de la vida. Conversador, compartía parte de su historia: vive entre el Paraíso y la Cota 905, su barrio de nacimiento y crianza. Estuvo preso tres años en la PGV, una de las principales cárceles del país, que fue construida durante la dictadura militar de Marco Pérez Jiménez aunque hoy es gobernada por pranes.
En el salón de al lado se encontraba el backstage con el flujo de artistas que entraban y salían. Dentro había sillas acomodadas en serie dispuestas para el descanso, al centro unas mesas con la estación de hidratación, y en el pizarrón un letrero hecho a mano que decía «Artistas gracias por su apoyo, atte Mi Convive». A un lado de la entrada del aula, un grupo de jóvenes bailarinas ensayaban con agilidad antes de presentarse, haciendo movimientos simultáneos de brazos, cadera y piernas, con unas bragas color amarillo fosforescente que vibraban en cada movimiento de break que hacía parecer que tuvieran tres veces más articulaciones que cualquier persona normal.
A un lateral del corredor donde estaban el backstage y la exposición de foto-street, una pequeña escalera bajaba entre jardineras y grandes árboles, que daban sombra y frescor a lo que ya estaba siendo un día soleado y caluroso (para alegría de los organizadores). Al finalizar el descenso te topabas con una amplia pared blanca con bocetos de figuras tipo comic. Tres jóvenes artistas con sprays, brochas y galones de pinturas se movían haciendo trazos, brochazos, rellenando y demarcando, arriba y abajo, aquí y allá. Las figuras tomaban forma rápidamente, los pintores parecían arañas tejiendo su tela, que en este caso eran murales que cobraban brillo y vida.
La escuela palpitaba de arriba a abajo, el ambiente era alegre, distendido, movido, daba la sensación de que todo estaba pasando ahora en todas partes. Se aglutinaron aproximadamente 300 jóvenes durante la actividad, que recorrían y daban vida a todas las estaciones. El Flow Convive agrupó diversidad de talentos de distintas procedencias y trayectorias. La convocatoria integró un line-up de más de 30 artistas en su mayoría jóvenes, de las disciplinas: graffiti, muralismo, street photo, danza, rap y freestyle. Una descarga urbana concentrada y vertebrada por un propósito común: una ciudad de convivencia y dignidad para jóvenes.
De un momento a otro por el micrófono se escucha la convocatoria al conversatorio de los fotógrafos, rápidamente un público numeroso se agrupó en el salón de arriba. Nuevamente Peterson daba un relato, esta vez sobre cómo después de 3 años en la prisión, y luego de meses de esfuerzo por no ahogarse en la crisis venezolana, volvió a la chamba de los robos de carros. Un encuentro fortuito por las calles de Sabana Grande, con quienes fueron sus compañeros de cárcel y que ahora eran artistas del hip-hop bajo el nombre de los FreeConvict, fue lo que definitivamente lo sacó de la vida delictiva. Como él dice: “cambie las armas por las cámaras y los lentes” y, ahora solo dispara fotos.
Una vez terminada la charla, la tarima vibró con el rap. Cantó Henry, un joven rapero proveniente de Artigas sensible a los azotes que deja la violencia en las familias citadinas. Su padre falleció bajo fuego cruzado, en uno de los operativos policiales de exterminio que ocurrieron cerca de su zona de residencia. Desde entonces, Henry guarda un espacio especial en su repertorio artístico para componer canciones de hip-hop con propósito, y donde las problemáticas y vivencias cotidianas hacen la arquitectura de sus temas.
Mi plan es vivir sin un plan
mi dios va guiando a mi y a mi clan
la vida me dice si debo callar
cuando debo hablar, cuando debo amar,
si dejo de odiar, o dejo e’ rapear
la vida te enseña a bailar este vals
El público gritaba con cada una de las ocurrentes rimas improvisadas de los freestylers invitados por Cultura Lírica, en el momento más vibrante de la batalla por los mejores versos y conjugaciones. Entre aplausos, bailes y vitoreos, algunos valientes jóvenes del público se subieron a la tarima animados por la invitación de los artistas y regalaron alguna rima al resto de la audiencia. El evento transcurrió entre risas, historias de vida, meneos y buen flow, con la vibra de una urbanidad caraqueña juvenil, subterránea y de resistencia.
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El domingo cultural llegaba a su final con las últimas presentaciones de los raperos. Los jóvenes se quedaron conversando un rato más, en pequeños grupos acomodados en los banquitos, aceras y jardineras de la escuela. Peterson recogió sus fotos del Tocuyito y las enrolló como un pergamino que seguirá su viaje para dar el mensaje a un siguiente destino. Se despidió con un abrazo y una promesa: “Mano, ten por seguro que al menos una de estas fotos va de vuelta a Tocuyito, se las dejaré a los hermanos de la cárcel para que tengan también su mensaje de vida”.
En fin, el equipo del Flow Convive vivió el alivio de que no lloviera, aunque no por eso dejaron de mojarse las franelas con los sudores del trabajo. El sol también se despedía, cerraba como otro artista con su flow y sus colores del ocaso, y con el descanso de la misión cumplida.