Crónicas del hambre anunciada, por Miro Popic
Autor: Miro Popic | @miropopiceditor
Como dice mi querida Naky Soto, qué paso ayer además de…. Bueno, en mi caso, debería ser qué pasó la semana pasada y, si la memoria no me engaña, estas son algunas de las cosas que se anunciaron y que tienen que ver con nuestra alimentación. Veamos.
Nos quedaremos sin naranjas. La cosecha del 2016 considerada como buena fue de 450 millones de kilos de naranjas cosechadas en el país. En el 2017 no se llegó ni a la mitad y todo indica que para el 2018, o sea ya, no llegaremos siquiera a los 100 millones de kilos. De acuerdo a Carlos Romero, director de frutales de Fedeagro, “este será el peor año para la producción de naranjas en nuestra historia”.
Hasta el año pasado el área de cultivo estaba en 35 mil hectáreas y actualmente quedan solo 15 mil que disminuyen aceleradamente. El problema radica en que no hay fertilizantes ni insecticidas suficientes para mejorar los cultivos y combatir las plagas.
El monopolio socialista Agropatria que controla los suministros, solo ha entregado el 20% de lo se requiere para combatir la bacteria asiática conocida como HLB o enfermedad Huanglongbing, cordialmente llamada dragón amarillo. Lo mismo está ocurriendo con limones y mandarinas. El más afectado es el estado Yaracuy. Hay que despedirse entonces del desayuno mañanero con un vaso de jugo de naranja y de los limones en almíbar como postre.
Adios a las papas. La semana pasada pagué 160.000 por un kilo de papas mediocres y, mientras me quejaba, leí un titular que dice que dentro de cinco meses el kilo estará en 600 mil bolívares.
En el 2013 la superficie cultivada de papas era de 25 mil hectáreas con una producción promedio de 600 mil toneladas anuales. En el 2017 no se llegaron a trabajar ni 7 mil hectáreas y la cosecha alcanzó solo a 168 mil toneladas.
Antes se traían semillas certificadas de Canadá pero desde el 2014 el monopolio socialista Agropatria ni ninguna otra empresa ha manejado divisas para importarlas. Según Gerson Pabón, director general de Fedeagro, lo poco que se siembra se hace con semillas colombianas y sin garantías de calidad ni rendimiento.
El costo del saco de 50 kilos de semillas aumentó de 300 mil bolívares a 7 millones, un 2.233% en solo cinco meses. Así es que olvídense de las papas fritas o del puré. Con lo que hay no alcanzará ni para la pisca andina.
Sube que sube la mayonesa y no por los huevos. El pote de mayonesa de 910 gramos que costaba 221.000 en enero luce hoy nuevo precio de 825.000. Esto por ahora, mañana será otra cosa, lo que significa que el salario mínimo mensual decretado en marzo de 392.646 bolívares es insuficiente y hay que trabajar más de dos meses y no gastar un centavo para comprarlo.
Si tienen bono de alimentación, bueno, les sobrarán 90 mil bolívares que pueden aprovechar para comprarse un cachito, siempre y cuando sea en una panadería popular porque en las finas está ya en 110.000. Estas cifras no hacen más que confirmar lo informado por la Asamblea Nacional: la inflación acumulada 2017 y 2018 se ubicó en 4.068%.
Areperas en vías de desaparecer. No sé si se habrán percatado pero cada vez hay menos areperas, especialmente en el centro de Caracas y, las que continúan, muchas veces no tiene arepas. Si usted le pregunta a los empleados, le dirán que han subido los precios por los insumos y la gente ya no tiene para comprarlas.
Un gerente de local aclaró que ya no les llega el bulto de harina de maíz que antes costaba 960.000 y ahora tienen que comprárselo a algún camarada con franela del PSUV y pagar 3 millones. En febrero vendían 80 arepas diarias y en marzo solo 20 al día.
La famosa reina pepiada será pronto un reliquia, con el aguacate a 400 mil bolívares el kilo, tendrán que hacerla con pasta de mamones. Nuestro pan de los indios, que ni lo españoles pudieron con él, ahora es una especie en extinción.
El martes pasado, en la Panadería Moliner, en la esquina de Chimborazo, en La Candelaria, en Caracas, un anciano haciendo cola para conseguir algo de pan se desmayó, cayó y se partió la cabeza. Murió. No lo mató el golpe, sino el hambre.