Cuando no es solo rendimiento, por David Somoza Mosquera
Trabajar demasiado no es sinónimo de mayor productividad. Más bien podría tener un efecto adverso. De hecho, independientemente de las razones para laborar muchas horas, el exceso de trabajo no implica siempre beneficios para los empleados y la empresa. El desempeño, al final, puede no ser el mejor y el rendimiento inferior al esperado.
En vista de ello, Eduardo Briceño, autor de The Performance Paradox, orador principal y facilitador para las empresas líderes en el desarrollo de culturas de aprendizaje y alto desempeño, hace hincapié en que desde pequeños nos enseñaron que trabajar duro es importante, pero no nos enseñaron que el trabajo duro se presenta de dos formas igual de importantes: esfuerzo por rendir y esfuerzo por mejorar. Ambos son clave para garantizar un mejor rendimiento.
«Cuando tenemos una comprensión turbia de los dos tipos de esfuerzo, nuestras largas listas de tareas pendientes tienden a atraparnos en esfuerzos crónicos por cumplir, un esfuerzo incesante por ejecutar las tareas de la mejor manera que sabemos, intentando minimizar los errores. Yo lo llamo la «zona de rendimiento», en la que desarrollamos la visión de túnel, centrándonos únicamente en hacer las cosas. Esto puede hacer que nos sintamos productivos, pero lleva al estancamiento», señala Briceño en su análisis Is Your Team Overworking But Underperforming?
Esto significa que cuando los empleados y la empresa se centran únicamente en la ejecución, responden a los desafíos y las exigencias trabajando más horas, contratando a más personal y, a veces, tomando atajos que pueden ser contraproducentes.
«Si cambiamos nuestro objetivo para incluir los esfuerzos por mejorar y entramos en lo que yo llamo la ‘zona de aprendizaje’, podemos hacer las cosas de manera que seamos más eficaces. Esto no solo se traduce en mejores resultados, sino que hace que nuestros viajes sean más interesantes, agradables y satisfactorios», afirma Briceño.
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Dicho eso, propone cinco estrategias que pueden ayudar a los directivos a preparar a sus equipos para que pasen de la zona de rendimiento a incorporar la zona de aprendizaje, lo que les permitirá trabajar de forma eficaz y, al mismo tiempo, impulsar el cambio y el crecimiento.
Estas son: 1. Preparar el escenario para la zona de aprendizaje. 2. Incorporar las oportunidades de aprendizaje en las herramientas y los procesos diarios. 3. Percibirse como estudiante. 4. Reforzar periódicamente los mensajes sobre el aprendizaje. 5. Programar conversaciones periódicas sobre qué probar de manera diferente y cómo mejorar.
Al final, lo importante es que los líderes empresariales sean capaces de preparar el escenario describiendo la cultura deseada y teniendo muy en cuenta para así no tirar la toalla en el camino que cambiar los modelos mentales y el comportamiento lleva tiempo y requiere de un refuerzo constante.
Los empleados, por su parte, tienen que hacer un gran esfuerzo en no quedarse atrapados en la zona de rendimiento, obsesionados con hacer las cosas de la manera más perfecta posible. Ese enfoque puede llevar al estancamiento.
Lo ideal es que aceleren su desarrollo haciendo cosas que también conduzcan a mejoras y como dice Briceño: «Participar en la zona de rendimiento y en la zona de aprendizaje al mismo tiempo, que yo llamo aprender mientras hago».
Así que no es solo trabajar más duro por trabajar más duro. Hay que conseguir el equilibrio que no solo garantice rendimiento, sino también crecimiento. Nunca está de más explorar nuevas ideas, examinar los errores y descubrir formas de trabajar de manera más inteligente que logren un mayor impacto.
David Somoza Mosquera es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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