Cultura canalla, por Teodoro Petkoff
Pocos documentos como la carta de Farruco Sesto sobre la actriz Fabiola Colmenares revelan más cristalinamente el espíritu stalino-fascista que anima a algunos sectores de este régimen. Sería injusto, además de inexacto, decir que en el chavismo todos se identifican con la manera de pensar y actuar de ese sujeto, cuya valía como hombre de cultura es poco menos que nula. Es más, hay varios que sólo se refieren a ese tipo con el mayor sarcasmo y desdén. Pero este pequeño canalla ocupa el cargo de ministro de la Cultura y desde allí ejerce un poder y una influencia que no pueden dejar indiferentes no sólo a ningún venezolano sino a ninguno de los intelectuales que honestamente se han montado en el tren del gobierno.
Sesto se pregunta, refiriéndose a Fabiola Colmenares: «¿Es un error haber permitido que este personaje menor del fascismo criollo hubiese trabajado en una película de la Villa del Cine?» Se responde él mismo: «Debemos dejar claro de una vez por todas (…) que nuestros espacios, los espacios del pueblo, no van a ser utilizados para atacar al proceso revolucionario». Pregunta y respuesta están precedidas de unas consideraciones sobre la «exclusión» y la «inclusión» en la gestión cultural, que no merecen ningún comentario tanto por su pobreza conceptual como por las mentiras galopantes que pretende hacer pasar por juicios sobre el pasado y el presente del quehacer cultural público en el país.
De acuerdo con nuestro personajillo, a los espacios culturales en manos del Estado sólo pueden tener acceso los chavistas. Quien no comparta ese credo está excluido. El Estado no es de la Nación; el Estado es del Gobierno y del Partido. Y todos son de Chávez. Así era la Unión Soviética; así era la Alemania nazi; así es, todavía, Cuba. El cretinismo farruquiano pretende imponer como política cultural el desconocimiento del pluralismo y la diversidad propios de cualquier sociedad y sustituirlos por la sumisión al pensamiento oficial en todas sus variantes. Porque el caso de Fabiola es sólo un pretexto para Farruco Sesto. El gran inquisidor, a quien se dirige, en verdad, es a todos los creadores culturales y les advierte que quien no se someta a las pautas políticas del régimen no tiene nada que buscar en «nuestros espacios». Es un texto chantajista y amenazador.
Sería bueno oír de algunos de los intelectuales que se identifican con el régimen pero a quienes se les conocieron convicciones democráticas y anti-totalitarias, la opinión que les merece el credo políticocultural de Sesto. Carlos Noguera, Luis Alberto Crespo, Carlos Azpurua, Roberto Hernández, Juan Pedro Posani, para citar unos pocos, ¿van a callar y otorgar?