Dados cargados, por Teodoro Petkoff

Es necesario replantear la cuestión de las condiciones para la celebración de las elecciones regionales. La más importante de todas es la referida a la composición del CNE. Mientras este mantenga a Carrasquero en la presidencia, el gobierno estará jugando con dados cargados. Ese señor no garantiza de ninguna manera la imparcialidad del cuerpo. Junto a los dos rectores explícitamente oficialistas, conforma una mayoría automática que coloca el organismo virtualmente al servicio de los intereses políticos del gobierno. Es su presencia allí la que hizo posible la asignación de la presidencia de las juntas electorales regionales y municipales a militantes de los partidos oficialistas. Es su presencia en el cargo la que facilitó la sustitución a última hora de una gran cantidad de miembros de mesas electorales, previamente seleccionados y entrenados, por otros cuya credencial no era sino el carnet de alguno de los partidos oficialistas. Es su condición de presidente la que permitió una gran cantidad de despidos de funcionarios técnicos del CNE y su sustitución por activistas de partidos oficialistas. Esto convirtió la vital Dirección de Informática del CNE en coto cerrado del oficialismo, inaccesible a quien no estuviera vinculado a este. Además, hasta por decoro ese señor debería ser sustituido en el cargo, que sólo ejerce para sumar su voto al oficialismo, siendo público y notorio que el jefe real del CNE no es él.
Luego está el asunto de la verificación de la pulcritud del acto electoral mismo. El fracaso de la decisiva auditoría inmediatamente posterior al cierre de las mesas (la que llaman “en caliente” ) y el modo parcial y sesgado como fueron efectuadas las auditorías previas del software, a las cuales se negó el acceso de los técnicos de la oposición, plantean con carácter dramático el establecimiento de reglas de juego claras y de estricto cumplimiento en relación con el proceso automatizado. La adopción de este sistema modifica sustancialmente la relación de los actores electorales con el organismo comicial. Ya no se trata sólo de “testigos” de los participantes sino de técnicos y expertos que deben verificar previa y posteriormente que el sistema electrónico no sea trucado. Es inaceptable que el CNE se reserve áreas de ese sistema a las cuales no tienen acceso los participantes. El software y todo lo que acompaña el montaje del sistema deben ser chequeados previamente por todas las partes. La auditoría posterior debe ser escrupulosamente organizada y realizada, cubriendo todos esos aspectos técnicos que, ventilados ahora a través de los medios, han hecho del venezolano común un experto en informática y estadística. La automatización es muy compleja y es imposible dar un cheque en blanco al CNE. Mucho menos después del fracaso de la auditoría en caliente y del colapso del propio acto de votación, con sus colas de 18 horas.
Además, ¿qué vaina es esa de que en muchos sitios se impidió el acceso de la gente al escrutinio (que por ley es público) y los militares no sólo expulsaron de los recintos electorales a los ciudadanos sino hasta a testigos de la oposición? ¿Qué vaina es esa de que eran los militares quienes decidían en muchos sitios sobre la validez de las credenciales del CNE para miembros de mesa, testigos y auditores? Para que las próximas elecciones sean confiables es imperioso subsanar todas las irregularidades detectadas en todos los niveles del proceso. Esto es una condición sine qua non.